A TRAVÉS DE LOS OJOS DE NUESTRO SALVADOR CRUCIFICADO: PUES ÉL NOS DA LA DIRECCIÓN CUANDO ESTAMOS A PUNTO DE PERDERLA

La conversión y el discernimiento no son eventos únicos. Tenemos momentos importantes de comprensión y conversión hacia una dirección y estilo de vida, pero deben ser renovados constantemente. Nuestro compromiso debe renovarse cada día. Todos los días debemos permitir a nuestro Salvador vernos y renovar nuestro trayecto. Ciertamente se facilita al habituarnos (y con la edad), aunque nunca debemos bajar la guardia.

Durante los primeros años después de su conversión, Eugenio luchó por mantener su efecto. Encontramos la siguiente oración en su cuaderno de esa época:

Para lograr una perfecta conversión.
Mi conversión, oh Dios mío, es todavía imperfecta; la raíz del pecado sigue viviendo en mí; los pensamientos, y el recuerdo del mundo aún ocupan fuertemente mi espíritu; los objetos a los que he renunciado siguen impresionando mi imaginación y reproducen imágenes funestas. Mi corazón, todavía débil, sigue agitado y en medio de esa turbación, siente renacer todas sus pasiones; poco hace falta para que sea arrastrado a ella. ¿Es eso pertenecer perfectamente a Dios?; mi inconstancia en el escaso bien que hago, oh Dios mío, no es menos humillante para mí; lleno de buenos deseos, me limito con frecuencia a formularlos; casi todo mi celo se consume en proyectos; cedo a la gracia y a mis inclinaciones, sin embargo pasa el tiempo, voy a grandes pasos hacía la eternidad, y sigo siendo el mismo. ¿Seguiré siendo toda mi vida juguete del enemigo de mi salvación? Arregla, oh Dios mío, mi inconstancia, cambia por entero el corazón; inspírame para salvarme, el mismo celo que tuve para perderme. «Sicut enim exhibuistis membra vestra servire… iniquitati…ita nunc exhibete… servire justitiae» (Rom 6,19)[ed.  De la manera que presentasteis vuestros miembros como esclavos… a la iniquidad, para iniquidad…  así ahora presentad vuestros miembros… como esclavos a la justicia.]

Oración para una perfecta conversión, EO XIV núm. 24

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“La iglesia no es una clase de teología. Es un centro de conversión, de confesión, de arrepentimiento, de reconciliación, de perdón y de santificación, donde las personas con fallas colocan su fe en Cristo, se reúnen para conocerle mejor y amarle, y aprenden a amar al prójimo, como Él instruyó.”    Paul David Tripp

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