La carta de Eugenio al sacerdote diocesano, Henri Tempier, es un documento esencial de nuestra fundación. Contiene las semillas de lo que es esencial en nuestra vocación.
La carta muestra el punto de partida fundamental de la vocación de cualquier miembro de la familia Mazenodiana: ésta tiene que fluir de la experiencia de Dios en la Cruz. “Lee esta carta a los pies de tu crucifijo”, no es un pensamiento piadoso – sino una actitud necesaria: Eugenio experimentó el amor que Dios le tenía y entendió su vocación a los pies del Crucifijo. Cualquiera que se sienta llamado a este viaje con Eugenio, necesita tener como punto de partida y como punto central el amor de Dios expresado en la Cruz.
En su deseo de vivir “todo por Dios”, Tempier debe escuchar la voz de Dios que lo llama a moverse para gloria suya y por la salvación de los más abandonados de Provenza.
Mi querido amigo,
lea esta carta a los pies de su crucifijo,
en la disposición de no escuchar sino a Dios,
lo que el interés de su gloria
y la salvación de las almas exigen de un sacerdote como usted.
Henri Tempier es invitado a observar la situación religiosa de los más pobres de Provenza a través de los ojos del Salvador Crucificado. Es una invitación a sentir desde lo más profundo de su corazón la experiencia de aquellos que no tienen un sentido en sus vidas porque Dios está ausente.
A los pies de la Cruz, símbolo del Salvador que lo sacrificó todo por los demás, es invitado a sacrificar su propia comodidad para que otros puedan tener vida.
Éste es el significado de oblación: mirar a los más abandonados con los ojos y el corazón del Salvador y responder imitando su entrega, para que ellos tengan plenitud de vida.
Imponga silencio a la avidez, al amor de las comodidades;
compenétrese bien de la situación de los habitantes de nuestras campiñas, del estado de la religión entre ellos, de la apostasía que se propaga cada día más y que hace estragos terribles. Vea la debilidad de los medios que se han opuesto hasta el momento a ese diluvio de males;
consulte su corazón sobre lo que desearía hacer para remediar esos desastres y conteste después a mi carta.
Carta a Henri Tempier, Octubre 9, 1815, E.O. VI n 4
Esta invitación ha sido un eco contínuo a lo largo de nuestros 200 años de historia. Muchos han respondido y su generosidad misionera ha logrado una diferencia en las vidas de innumerables personas en todo el mundo. Al celebrar, damos gracias y respondemos con el deseo de permitir que el llamado de Eugenio continúe teniendo eco y marcar una diferencia.