NUESTRO BICENTENARIO: UN SUEÑO COMPARTIDO PARA FORMAR UN NÚCLEO GENERADOR DE VIDA QUE SERÁ UNA FUENTE DE VIDA PARA LOS DEMÁS

Había llegado el momento en que Eugenio empezara a invitar a los otros a unirse a él en su proyecto misionero. Como miembros de la familia Mazenodiana, laicos y religiosos, somos invitados a ver en estos textos vocacionales algo sobre el llamado a vivir nuestro bautismo de acuerdo al espíritu de Eugenio.

En esta carta, Eugenio invita a Hilaire Aubert, director del seminario en Limoges, a unirse a él y le da las principales razones de la existencia del nuevo grupo: la trágica situación religiosa de los pobres y la escasez de misioneros que los ayude a través de la predicación y de sus esfuerzos para destrozar el poder del demonio. La situación actual hace aún esta misma invitación.

El bien que nos proponemos realizar, debe remediar algunos de los males más apremiantes. ¡Cuánta gentes se ocupa en eso; nada más indispensable…
¡Oh, querido amigo, si quisiera ser de los nuestros! Empezaríamos por su patria, donde la religión está casi apagada, como en infinidad de otros lugares. Me atrevo así a decir que sería necesario.

Continuando la reflexión sobre la carta de invitación de Eugenio a Hilaire Aubert, llegamos al concepto central del pensamiento y la acción de Eugenio: aquella de formar un grupo que dé vida al mundo. Él usa la palabra noyau, que se refiere a un grupo que es fuente de vida para los demás, como un núcleo en un grupo de células, o la semilla en una fruta, o el corazón de algo que tiene vida. Cuando comenzó su congregación de jóvenes en Aix, iba a ser para ellos la levadura en la sociedad de Aix. Del mismo modo, se suponía que los Misioneros sería lo mismo: un grupo selecto de personas que sería fuente de vida para los demás.

Para ser una fuerza vigorosa en Francia, los Misioneros debían tener una calidad de vida que diera vida a los demás. Necesitaban aspirar a ser santos viviendo el mandamiento del amor, según una Regla y con un estilo de vida transparente, como el de los apóstoles. Para ser una fuerza que dé vida en el mundo de hoy, nosotros, como miembros de la familia Mazenodiana, laicos y religiosos, somos llamados a una calidad de vida concreta para ser núcleo en la sociedad.

¡Ah!, si pudiésemos formar un grupo, pronto se le uniría lo que hay de más celoso en la diócesis.
Piense un poco en eso ante Dios. Sabe que hace falta, para hacer el bien en nuestras regiones, gente del país, que sepan la lengua.
 ¡Oh!, no dude, nos haremos santos en nuestra Congregación, libres pero unidos por los lazos de la más tierna caridad, en la sumisión exacta a la Regla que adoptaríamos, etc. etc. Viviremos pobremente, apostólicamente, etc

Carta a Hilaire Aubert, 1815, E.O. VI n 3

 (Nota: Hilaire Aubert nunca se unió a los Misioneros de Provenza)

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