COMPARTIR EL PAN DE LA AMISTAD, LA FE, LA REFLEXIÓN Y LA ORACIÓN

El celo misionero era practicado no solo fuera de la comunidad en la predicación y la celebración de los sacramentos, sino también en la casa, cuando la gente acudía a estar un rato y a celebrar el sacramento de la reconciliación.

…  hay que saber cerrar la puerta cuando es tiempo de hacerlo. En cuanto a la Congregación de que me hablas, estoy de acuerdo que le prestes atención, pero es un abuso no ser dueño en la propia casa. Que hombres vengan a confesarse en casa, está bien, pero que vengan a todas horas y, sobre todo, que se queden durante nuestros recreos, no puede ser. No habría nunca recogimiento entre nosotros, ninguna libertad. ¡Oh, no, no más! Hemos reconocido el abuso, no volvamos a caer en él.

Carta a Jean Baptiste Honorat, Marzo 13, 1827, EO VII núm. 266

En muchos lugares del mundo Oblato, nuestros asociados tienen un sentido de pertenencia a nuestras comunidades y vienen a visitarnos regularmente para rezar con nosotros, compartir nuestra fe y algo de comer. Siempre que he experimentado este tipo de relación, el tiempo juntos me ha enriquecido. Eugenio también da una advertencia en cuanto al ritmo de cada quien y la necesidad de respeto a la privacidad. La comunidad Oblata, como cualquier otra familia, necesita tener tiempo para la interacción en privado.

En nuestra Regla de Vida:

“Nuestras casas y nuestros corazones están abiertos a cuantos necesitan ayuda y consejo. Acogeremos gustosos a los sacerdotes, a los religiosos y demás obreros del Evangelio que desean compartir con nosotros el pan de la amistad, la vida de oración y las reflexiones a la luz de la fe. Al mismo tiempo, la comunidad respetará las necesidades y el derecho a la vida privada de cada uno de sus miembros.”   CC&RR, Regla 41a

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