SENTÍA VERDADERO PLACER AL HACER RESONAR MI VOZ POR LAS CALLES DE LA CAPITAL DEL MUNDO CRISTIANO, CANTANDO LAS ALABANZAS DE DIOS

Eugenio el peregrino, describe una más de sus experiencias especiales en la Roma cristiana.

 Regresamos al palacio Mattei donde se hospeda Monseñor d’Isoard. Tomamos un bocado y volvimos al coche para ir en procesión a San Pedro, con una cofradía que había obtenido ganar el jubileo haciendo una estación en San Pedro. Monseñor el decano de la Rota, revestido de prelado, llevaba el crucifijo; yo a su lado con sotana y manteo largo. A la ida cantamos las letanías de los santos; yo sentía verdadero placer al hacer resonar mi voz por las calles de la capital del mundo cristiano, cantando las alabanzas de Dios.
Al llegar a San Pedro, se presentaron a la veneración de los fieles las reliquias insignes de la Pasión como la madera de la verdadera cruz, la santa lanza, etc. Me llamó la atención el profundo silencio que reinó en toda la inmensa basílica durante la ceremonia. Estaban todos de rodillas y rezaban con mucha piedad a pesar de la enorme multitud.
A este propósito, quiero resaltar que he comprobado desde mi llegada a Roma y en mis continuos recorridos por las iglesias, que en todas partes y siempre se ve reinar una exquisita decencia y que la piedad de los peregrinos, que son todos gente de pueblo, campesinos pobres y la mayoría andrajosos, me edifica cada vez más..

Diario en Roma, Diciembre 18, 1825, EO XVII

 

“El Cristiano no piensa que Dios le ame por ser bueno, sino que Dios nos hará buenos porque nos ama.” ― C.S. Lewis

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