UNA COMUNIDAD RELIGIOSA EN MOVIMIENTO

Rey describe el viaje de 8 días en carruaje público de Eugenio de Génova a Roma (500 kilómetros)

El viaje del P. de Mazenod se realizó en las mejores condiciones de piedad y buena compañía. Viajó en carruaje con un jesuita, el P. Piazzi, quien consideraba como un crímen retrasar por un día la respuesta al llamado de su General; un monje de la orden Cisterciana y un sacerdote sardo, cuatro religiosas Carmelitas Descalzas que viajaban juntas. Se trataba de una comunidad en movimiento. Desde las 3 ó 4 de la mañana, los religiosos oraban, diciendo oraciones de devoción personal para cada quien: el jesuita insistía en la Letanía a la Santísima Virgen, un Pater, Ave y Gloria en honor de San Juan de Nepomuk, otro en honor de San Venant y un tercero en honor del Buen Ladrón, el Angelus Dei y el De Profundis. El Oblato de San Carlos pedía decir las oraciones prescritas por su Regla al pasar por cada aldea, para honrar al Santísimo Sacramento y a los santos patronos de las localidades. 

Esta era la tradición de los Oblatos al atravesar alguna aldea en Provenza. Hay que notar que por algunos meses tuvimos el título de Misioneros de San Carlos – hasta que fue modificado en Roma a Oblatos de María Inmaculada.

Al amanecer recitaban el Itinerarium para Clérigos y más tarde las horas canónicas del Breviario. Al llegar al primer descanso para el almuerzo, el P. de Mazenod celebraba Misa, a la que asistían sus compañeros, tomaban el primer alimento del día y proseguían su viaje. Por la tarde recitaban las Vísperas y Completas, seguidas del rosario. Mientras tanto, el P. de Mazenod leía algunos pasajes de la Imitación de Cristo y la conversación siempre era edificante. 

Por la noche, al llegar a la posada, los viajeros recitaban los Maitines y Laudes, mientras se preparaba la cena, en consideración del jesuita, quien tenía dificultad para leer en el carruaje. 

El grupo comía solo. Dormían en una cama sin desvestirse. A las 3:00 a.m. partían de nuevo. 

De esta forma, el viaje se completó en ocho días.

Rey, Volumen 1 pág. 356

 

“Ser cristiano y no rezar, es tan imposible como vivir sin respirar.”     Martin Luther

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