EL AYUNO Y LA OBLACIÓN

Era el tiempo de Cuaresma – una época marcada por la Iglesia con leyes severas y detalladas de ayuno. Eugenio, en su espíritu de oblación, deseaba ser generoso en todos los aspectos. Deseaba ser fiel en su observancia, sin embargo, se encontraba en medio de la predicación de su tercer larga y extenuante misión parroquial en cuestión de meses. El ayuno estaba afectando su fortaleza, por lo que escribió a Hippolyte Courtès en Aix, pidiéndole consultar con el doctor de Eugenio.

Esta carta nos muestra cómo Eugenio deseaba permanecer fiel a las leyes de la Iglesia, pero al mismo tiempo, debía ser realista. Por otro lado, incluyo esta comunicación, pues nos da una idea fascinante de su estilo de vida y dieta al encontrarse en una misión.

Me reprocho cada día el haber olvidado tomar una precaución que tranquilizaría mi conciencia a propósito de los ayunos, que no observo durante esta misión. He actuado razonablemente y con autorización de mi confesor y presumiendo la decisión del médico; pero todos los días me digo que hubiese sido mejor tener una orden formal del doctor. Pídele pues de mi parte si juzga que después de haber terminado las misiones de Chateau-Gombert y Brignoles sobretodo, que me han cansado algo, y debiendo en San Chamas predicar casi todos los días dos veces con bastante vehemencia, durmiendo sólo cuatro horas, ¿puedo comer por la tarde una sopa de arroz o de sémola con leche de almendra con una naranja? Si le parece que basta la sopa, me privaré de la naranja, que tomaba con gusto con la idea de que me refrescase la sangre, que está a veces algo irritada. Por otra parte cualquiera otra cosa me repugnaría después de esa sopa que tomo siempre con asco.
Por la mañana tomo dos o tres cucharadas de agua caliente azucarada antes de subir al pulpito. Por la tarde, siendo más larga la instrucción y más animada, tomo un vino caliente con azúcar, porque he comprobado que esa bebida, que es una gran penitencia para mi, me fortifica singularmente el pecho y la voz.
El sábado ayuno en regla, porque sólo predico por la tarde, y que al día siguiente tomo después de misa una taza de chocolate

Carta a Hippolyte Courtès, 31 de marzo de 1821, EO VI núm. 65

 

La oración es ir tras lo invisible; el ayuno es dejar ir todo lo visible y temporal. El ayuno ayuda a expresar, profundizar y confirmar la resolución de nuestra presteza a sacrificar lo que sea, aún a nosotros mismos, para lograr lo que buscamos por el reino de Dios.”    Andrew Murray

Esta entrada ha sido publicada en cartas y etiquetada como , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *