UNA INVITACIÓN A LA TRANSFORMACIÓN BAJO LA SEÑAL DE LA CRUZ

Marius Suzanne describe la ceremonia a través de la cual los Misioneros dieron inicio a lo que sería el ministerio Oblato que duraría 161 años. El Calvario se convirtió un lugar permanente de misión para la gente de Marsella, continuando la evangelización que había dado inicio durante la misión en la ciudad el año anterior.

Aunque la ceremonia había sido anunciada el mismo día, la multitud era enorme: una reunión impresionante de gente de todos los estratos llenaba la plaza y el área circundante. Se trataba de un día de celebración para la gente que hacía un reconocimiento a los Misioneros que les habían evangelizado.

El discurso del Superior estuvo lleno de emotividad, dignidad y sencillez natural. Recordó el fruto de la misión, el entusiasmo general que lo había animado, y dijo

“Fue a través de hombres débiles que Dios había realizado tan grandes cosas, pero fueron los hombres, animados y fortalecidos con la mayor valentía por motivo de la misión que el Obispo les había confiado al entregarles la cruz, diciendo: Sumite signum, in hoc signo vincetis. Tomen esta señal y será por ella que lograrán la conquista.”

Entonces, volviéndose a quienes habían perseverado y a los pecadores que habían fallado, aseguró a cada uno de la dedicación del ministerio de los Misioneros. Por último, volviéndose a los clérigos, dijo que la ceremonia se realizaba como una alianza mediante la cual los misioneros y sacerdotes se unían y consagraban al pie de la cruz para la salvación de la gente a la que habían sido enviados por el primer Pastor de la Diócesis, en respuesta al deseo y esperanza que sus fervientes cooperadores le habían expresado.

“Todos se encontraban satisfechos con su discurso y la gente escuchaba en silencio: la voz del Superior reverberaba en la distancia y se entendía a la perfección. Todas las caras mostraban felicidad: era como la renovación de la Misión. A partir de ese día, los Misioneros ofrecen Misa en el Calvario, que nunca se encuentra vacío.

Memorias de M. Suzanne, citadas en Rey I

 

Dios tomó lo peor que el hombre pudo hacerle a Su Hijo y lo transformó en lo mejor que pudo hacer por el hombre. “     Anónimo

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