HAY QUE ABANDONARSE A LA DIVINA PROVIDENCIA Y PEDIR A DIOS DIRIJA LOS ACONTECIMIENTOS

En las entradas anteriores he hablado detalladamente sobre la cuestión de la nominación de Bruno Guigues como primer obispo de Bytown, actualmente Ottawa.  La razón para hacerlo en primer lugar, fue porque inicia un importante capítulo de la historia de la expansión misionera de nuestra Familia Mazenodiana.

Las cartas muestran además la profunda fe de Eugenio en la guía de Dios y su forma de tomar decisiones difíciles. Compartió y consideró las opiniones de personas a quienes respetaba: el Obispo Bourget de Montreal, el Consejo General Oblato, el Obispo Oblato Guibert y al mismo Bruno Guigues, entre muchos otros.  Escuchó también los temores y el desacuerdo de los Oblatos en Canadá y les mostró comprender sus sentimientos. Como Fundador, Eugenio estaba consciente del panorama general del bien tanto a la Iglesia, como a la Congregación Oblata.  Al colocar su confianza en Dios a través de la oración constante, siguió adelante y aprobó la nominación, siendo su punto de vista probar haber sido el correcto para cosechar mucho fruto en el futuro.

“Hay que abandonarse a la divina Providencia y pedir a Dios dirija los acontecimientos según su voluntad, y no según las pretensiones de los hombres”.

Carta a Hippolyte Courtès, Marzo 8, 1822, EO VI núm. 81

REFLEXIÓN

Que aprendamos de Eugenio a escuchar, consultar, pedir y confiar en la guía de Dios, en lo que hoy conocemos como «forma sinodal».

El espíritu de las Constituciones y Reglas Oblatas aplica al ministerio de todos los miembros de la Familia Mazenodiana, según su situación particular:

“Nuestra vida es dirigida por las exigencias de nuestra misión apostólica y por las llamadas del Espíritu, ya presente en aquellos a quienes somos enviados. Nuestro trabajo nos hace depender de los otros de muchas maneras. Esto requiere un real desprendimiento de nuestra voluntad propia y un profundo sentido de la Iglesia”. (Constitución 25)

«Para las decisiones más importantes y los asuntos que conciernen a la vida y a la misión del conjunto de la comunidad, adoptaremos un modo de discernimiento que favoreza un consenso». Regla 26a

 

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APEGADO A LA FAMILIA QUE LE CONOCIÓ DESDE LA INFANCIA

Con palabras paternales de aliento, Eugenio concluyó la correspondencia respecto al difícil tema del nombramiento del P. Guigues para establecer una diócesis en Bytown. Comienza recordando que le conoce desde su infancia:

 “[La Iglesia y la Congregación] si el elegido era tal como le conocía, es decir, sumamente apegado a la familia que le conoció desde la infancia, que le ama y estima como a uno de sus miembros más distinguidos, que cuenta con él como cuenta conmigo y con el Obispo de Viviers, y con el más apegado de sus hijos.

De no haber confiado sin límite en ti, seguramente no hubiese aceptado jamás dejarte en una posición que daría a sujetos débiles el pretexto para una especie de defección, pero tratándose de ti, ni siquiera lo hubiese pensado, y lo he rechazado como una terrible injusticia cuando me fue insinuado en una correspondencia agobiante.

 En esta circunstancia, Dios ha hecho todo; tenemos bastantes recursos en el espíritu para compensar lo  que momentáneamente podrá preocuparte. Veo en tu elección una disposición bondadosa de la Providencia para nuestra Congregación, actualmente expuesta a algunas molestias de parte de algunos Obispos de Canadá…

 Resígnate pues mi querido hijo, a los designios de la Providencia y solo piensa en prepararte para recibir la plenitud del sacerdocio por la imposición de las manos del Obispo de quien envidio el privilegio que me hubiese correspondido, si no estuviésemos a más de 9,000 km de distancia”.

 Carta al P. Bruno Guigues en Canadá, Junio 7, 1847, EO I núm. 84

 REFLEXIÓN

 En esta carta vemos el corazón de padre de Eugenio y el deseo de que sus misioneros formaran una familia unida. Bruno Guigues había probado ser un miembro devoto y responsable de la familia y el futuro mostraría que nunca cambió. Creo que Eugenio continúa cuidando de todos los miembros de su Familia Mazenodiana, tanto profesos como laicos, con el mismo afecto paternal e intercede por nuestro bienestar.

«El mayor don de la vida familiar es conocer íntimamente a las personas con las que nunca te presentarías, si la vida no lo hubiera hecho por ti”. – Kendall Hailey

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NUNCA ME HE ARREPENTIDO DE COLABORAR EN ALGO EN LO QUE HE CREÍDO ANTE DIOS, SER BUENA PARA LA IGLESIA

Los Oblatos en Canadá estaban inquietos por la propuesta de designar al P. Bruno Guigues al episcopado, pues apreciaban su talento y habilidad administrativa, no deseando perder su presencia como su superior. La situación pudo no ser agradable para el P. Guigues, por lo que Eugenio le escribió para apoyarlo.

 “Mi querido amigo: aunque torturado por las innumerables cartas recibidas del buen P. Allard, para pedirme impedir tu episcopado con ideas muy buenas pero exageradas, no podría arrepentirme de haber aceptado tu elección; puede que haya estado molesto por las reclamaciones de nuestros Padres por amor a la Congregación y a ti, pero nunca me he arrepentido de colaborar en algo en lo que he creído ante Dios ser buena para la Iglesia y muy honorable para nuestra Congregación, que no tendría detrimento alguno, sino por el contrario, sería de gran ventaja…”.

Carta al P. Bruno Guigues en Canadá, Junio 7, 1847, EO I núm. 84

 REFLEXIÓN

 El tener convicciones puede definirse como estar completamente convencido de que Cristo y Su Palabra son ambos realmente verdaderos y de relación trascendente, y que actúas con base en tu creencia, sin importar las consecuencias. ( Josh McDowell)

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CONFÍEN EN LA BONDAD DE DIOS QUE NO NOS FALLARÁ NUNCA, CUANDO SEAMOS LO QUE DEBEMOS SER

Después de reprender al P. Allard por exagerar su crítica expresa, Eugenio le da un consejo paternal.

“¿Qué hacer entonces? Creer que se ha equivocado uno y poner todo el esfuerzo en sacar partido de la posición en la que Dios nos coloca, arrepintiéndose de haber expresado muy abiertamente la oposición a lo que la Divina Providencia prefiere. En lugar de murmurar, que cada quien se ocupe de cumplir sus deberes y confíe en la bondad de Dios que no nos fallará nunca, cuando seamos lo que debemos ser”.

Eugenio se refiere constantemente al espíritu de la oblación, de entregarnos a ser los instrumentos de Dios al hacer Su voluntad.

“Me gusta repetir que hay que conformarse con alegría, con gusto y el más completo abandono a la santa voluntad de Dios y cooperar con toda nuestra fuerza a cumplir los designios que solo pueden ser para la mayor gloria de Dios, de su santo Nombre y nuestro propio bien,  por ser sus hijos abnegados. No olvides esto y dilo con insistencia a todos nuestros Padres, y que en adelante cesen por completo todas las murmuraciones y las conversaciones contrarias a esos principios”.

Como padre de la Familia Oblata, Eugenio concluye (como hacía a menudo al escribir a sus hijos):

“Adiós mi querido P. Allard; recuerda que mis observaciones, aunque deban ser severas, no reducen  jamás el afecto que Dios me da para todos mis hijos y para ti en particular, a quien bendigo con todo mi corazón y abrazo tiernamente”.

Carta al P. Jean-Francois Allard en Canadá, Julio 8 y 9, 1847, EO I núm. 85

REFLEXIÓN

«La regla suprema en cuanto a la corrección fraterna es el amor: querer el bien de nuestros hermanos y hermanas”.  (Papa Francisco)

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HAY QUE RECONOCER POR ENCIMA DE NUESTRAS DÉBILES CONCEPCIONES, A UNA PROVIDENCIA SABIA QUE GUÍA TODO POR CAMINOS DESCONOCIDOS Y CON FRECUENCIA INCOMPRENSIBLES

En Canadá, el Padre Allard había sido muy crítico del posible nombramiento del P. Guigues a Bytown y expresado su oposición de forma firme. Eugenio no podía dejarlo pasar, sin comentarlo y dar consejo.

 “Hace tiempo que no te escribo, mi querido P. Allard. Quise con mi silencio evitar una discusión enojosa. Pedías con una exigencia muy apremiante lo imposible. En este mundo, mi querido amigo, no hay que ser tan exclusivista en las opiniones, sin saber resignarse cuando las cosas no van según nuestro gusto.

Hay que reconocer por encima de nuestras débiles concepciones, a una Providencia sabia que guía todo por caminos desconocidos y con frecuencia incomprensibles para sus fines; y cuando los acontecimientos nos manifiestan su santa voluntad, es nuestro deber someternos sin dificultad y con un abandono total de nuestras ideas propias, que dejan de ser ya legítimas y permitidas”. 

 Carta al P. Jean-Francois Allard en Canadá, Julio 8 y 9, 1847, EO I núm. 85

REFLEXIÓN

 La decisión se había tomado a través de mucha discusión, discernimiento y oración. El consejo de Eugenio al Padre Allard es pertinente también para nosotros, de no estar de acuerdo con una decisión que ha tomado la autoridad legítima en la Iglesia, tras su debido proceso.

 Nuestra vida es dirigida por las exigencias de nuestra misión apostólica y por las llamadas del Espíritu, ya presente en aquellos a quienes somos enviados. Nuestro trabajo nos hace depender de los otros de muchas maneras. Esto requiere un real desprendimiento de nuestra voluntad propia y un profundo sentido de la Iglesia”.

 (Regla Oblata de Vida, Constitución 25)

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HAN CLAVADO PROFUNDAMENTE UN PUÑAL EN MI CORAZÓN

Fue la confianza de Eugenio en la Divina Providencia lo que le ayudó a sobreponerse a la desaprobación de los Oblatos canadienses a la nominación del P. Guigues a la nueva sede episcopal de Bytown. Describió que cada carta recibida de ellos era como un puñal clavado en su corazón.

“¡Ah!, Monseñor, quién podrá decir la preocupación y angustia que siento por mi confianza sin límites en sus ideas. No he recibido una sola carta de Longueuil que no me haya clavado profundamente un puñal en el corazón.

Sin embargo, Eugenio comprendía su preocupación y entendía sus temores:

… Todo está perdido en Canadá según dicen, y por lo que según ellos, he tenido la debilidad de consentir, todo está perdido para nuestra Congregación…. Sin embargo comparto su preocupación, pues se basa en la confianza que tienen en su Superior. No hubieran protestado si la elección hubiese sido cualquier otro menos necesario para la Congregación en Canadá.

A pesar de ello, la confianza de Eugenio en la guía de Dios nunca flaqueó

Con respecto a mí, le confío que cuanto más lo pienso más me tranquilizo, viendo en esta disposición de la Providencia la voluntad de Dios, que no permitirá que nuestra familia sufra por una decisión hecha solo para obedecer lo que hemos creído decretado por ella”.

Carta al Obispo Bourget de Montreal, Junio 4, 1847, EO I núm. 83

REFLEXIÓN

«La Divina Providencia cuida de nosotros por completo y por ello es muy agradable estar en paz. Nunca falta la Cruz; que sea nuestro consuelo».
Santa Rosa Filipina Duchesne (misionera francesa en los EU y contemporánea de San Eugenio)

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HE DEJADO EL ASUNTO EN MANOS DE DIOS, QUERIENDO HACER ÚNICAMENTE SU VOLUNTAD.  ESTOY COMPLETAMENTE TRANQUILO

La cercanía de Eugenio a Dios era tal que ponía sus decisiones administrativas más importantes en las manos y guía de Dios.  Esto es evidente al escribir al P. Guigues acerca de su nombramiento episcopal para Bytown:

“He dejado el asunto en manos de Dios, queriendo hacer únicamente su voluntad. Estoy completamente tranquilo, he cumplido mi deber en todo ello; Dios lo sabe y toda la Congregación podrá convencerse cuando vea los resultados. Al llegar el momento tendrás que probar que nuestros Padres se equivocaron en sus temores sobre tu episcopado, inspirados por su afecto a la Congregación, y por ti solo sentiré no poder imponerte las manos, pero la distancia es un obstáculo insalvable”.

Carta al P. Bruno Guigues en Canadá, Enero 24, 1847, EO I núm. 80

REFLEXIÓN

San Vicente de Paul también tuvo influencia en Eugenio:

«La Divina Providencia nunca desea que las cosas se realicen por su mandato. Aunque el mundo entero se levantara y nos destruyera, nada podría suceder, si no complaciera a Dios. Mientras los hombres menos se inmiscuyen en los asuntos, más está Dios”. (San Vicente de Paul)

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CON TAN BUENAS INTENCIONES, DIOS NO NOS ABANDONARÁ

Un mes después y tras intensa oración y consultas, Eugenio llegó a la tranquilizadora conclusión de dejar de preocuparse por la nominación del P. Guigues para ser el primer obispo de Bytown, y dejar todo en manos de Dios. Escribe al Obispo Bourget de Montreal, quien había sido el mentor  episcopal y espiritual de los Oblatos desde su llegada a Canadá.

“Sabe de la confianza que tengo en la claridad de sus puntos de vista y en cómo siempre he contado con su bondad paternal para la Congregación que llamó a su diócesis y adoptó como su hija favorita. Por mi parte, ciertamente deseo solo la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas, que fue el doble propósito al fundar nuestra pequeña Congregación”. 

Estando en Roma, el Obispo Bourget había pedido en la tumba de San Pedro sobre el tema:

“Ha considerado todo ante Dios, buscando su inspiración en la santa tumba sobre la cual deposité en 1825, el Código de la nueva familia que Dios me inspiraba dar a la Iglesia, lo que valió la milagrosa protección del Príncipe de los Apóstoles, que habló a través de su sucesor León, sorprendiendo a todos los que fueron testigos de ello.

Me abandono a usted sobre este punto tan delicado; lo que haga estará bien hecho. Con tan buenas intenciones, Dios no nos abandonará”.

Carta al Obispo Bourget de Montreal, Enero 20, 1847, EO I núm. 76

REFLEXIÓN

En este texto vemos cómo las palabras y ejemplo de San Francisco de Sales tuvo un papel importante en la vida y toma de decisiones de Eugenio.  San Francisco escribió:

«Hay muchos que dicen al Señor, ‘me entrego a ti por completo, sin reserva alguna’, pero hay pocos que se entregan a la práctica de este abandono, que consiste en recibir con cierta indiferencia todo tipo de eventos, pues suceden de conformidad con la Divina Providencia, al igual que las aflicciones como consuelo, el menosprecio y los reproches como honor y gloria».

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COLOQUE ESTE GRAN TEMA AL PIE DE LA CRUZ

Preocupado por el bienestar de sus Oblatos en Norteamérica y el temor de perder el liderazgo tan efectivo de Bruno Guigues, Eugenio pide al Obispo de Montreal reconsiderar la solicitud al Papa para nominar a Guigues como Obispo de Bytown.

“Coloque este gran tema al pie de la Cruz, para bien del destino de la Congregación, como su segundo Padre. Vea si es necesario anular la autorización que di casi de mala gana. No puedo estar tranquilo ante tanta insistencia de hacerme considerar las funestas consecuencias e irreparables desgracias que traería la medida que se quiere tomar. Una vez más le pido reflexionar ante Dios, no participando en la destrucción de un gran bien que se ha logrado con tanta dificultad y preocupaciones”.

Carta al Obispo Bourget de Montreal, Diciembre 23, 1846, EO I núm. 72

REFLEXIÓN

«Coloque así este gran tema al pie de la Cruz», fue la reacción inmediata de Eugenio siempre a partir de su conversión al pie de la Cruz casi 40 años antes. Ver el mundo a través de los ojos de Cristo Crucificado se convirtió en su punto de vista automático. Que como seguidores de su carisma y la espiritualidad que nos legó, podamos colocar nuestros asuntos al pie de la Cruz con la misma confianza.

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UNA DIFÍCIL DECISIÓN

Unas semanas después, Eugenio escribe afligido al Obispo Bourget de Montreal, revocando su autorización para presentar la solicitud al Vaticano para que el P. Guigues fuera nombrado obispo, como resultado de una carta de los Oblatos en Canadá:

“Acabo de recibir una carta del P. Allard que me coloca en el mayor conflicto. Conforme al temor que me inspiró y que va más allá de la recibida anteriormente, respecto a dar un golpe funesto a todos nuestros establecimientos de Canadá con la elevación del P. Guigues al Episcopado… Desearía estar todavía a tiempo para retirarlo, ya que las consecuencias de ese nombramiento pueden ser desastrosas, a juzgar por los que están en el lugar”.

Eugenio comenta el motivo de su preocupación por el bien de la misión de los Oblatos en Norteamérica:

“Verá Monseñor, cuál es mi inquietud. Si ese es el resultado de la elección del P. Guigues, sin duda hay que renunciar, pues no niego estar en la imposibilidad absoluta de enviar de Europa a alguien capaz de reemplazarlo en las funciones que le había confiado. Nadie mejor que usted, Monseñor, para apreciar la posición de la Congregación en Canadá, por conocer bien las dificultades que  precedieron a la llegada del P. Guigues, pues hizo falta toda su caridad y bondad paternal para superar los inconvenientes”. 

Carta al Obispo Bourget de Montreal, Diciembre 23, 1846, EO I núm. 72

REFLEXIÓN

“Por lo general, hacer lo correcto y hacer lo difícil, es lo mismo”.

 Steve Maraboli

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