La línea de ferrocarril a Marsella fue terminada e inaugurada en enero de 1848 y fue una experiencia de asombro para la mayor parte de la gente, que nunca había visto una locomotora a vapor. El Obispo Eugenio, quien había luchado por ello con el gobierno francés, fue uno de los invitados de honor. Rey describe el suceso:
“El sábado 8, el clero de la ciudad… salió en procesión del Seminario Menor a la estación de ferrocarril, donde se había erigido un altar con la cruz, en el amplio andén; a la derecha e izquierda había asientos para los sacerdotes y las autoridades, y un poco más allá un lugar reservado para los invitados especiales; las vías de ferrocarril y las locomotoras se encontraban más alejadas, y el Obispo les daría su bendición.
La ceremonia dio inicio con el discurso del Sr. Wulfran Puget, Director del Consejo, quien expresó la nota religiosa con una elocuencia conmovedora: «Sin la manifiesta protección de la Providencia”, dijo, “no habría sido posible lograr tal obra en tan pocos años, y con tanta alegría. Por lo tanto, nuestro primer acto debe ser de gratitud a Dios. Señor Obispo, es usted muy amable al implorar las bendiciones celestiales sobre el ferrocarril que inauguramos, y le estamos agradecidos. Su elevado ministerio nunca ha tenido una mejor misión: consagrar esta obra, concluida con tanto sacrificio y esfuerzo. Su bendición será recibida por estas máquinas animadas y casi inteligentes, que parecen ser la expresión más reciente y más completa del genio humano, y de estas vías, a las que se encomendarán tantas vidas humanas.
Esta consagración será no solo de agradecimiento al pasado, sino una oración para el futuro. Se trata del deber de la religión, que bendice la cosecha de la tierra y el fruto de la agricultura, así como de también implorar la protección celestial sobre el fruto y cosecha de esta parte de la labor, el comercio y la industria, y sobre el ferrocarril que les fertilizará”.
Luego vino el discurso del Obispo de Mazenod, quien tras recordar la bendición del canal de Durance, que fue una fuente de riqueza para la ciudad, rindió honor a la
«confianza religiosa que había llevado a los honorables miembros del Consejo de Directores, a utilizar la voz de la fe para glorificar a Dios por la empresa que presiden, con tal celo digno de alabanza, y colocarlo solemnemente bajo Su protección todopoderosa”.
Rey II pp. 263-264
REFLEXIÓN
«Si nuestra identidad reside en nuestra tarea en vez de en Cristo, el éxito se nos irá a la cabeza, y el fracaso irá a nuestros corazones». (Tim Keller)
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La reputación de Marsella era de no estar muy a favor del rey Luis Felipe, y en ocasiones había protestas en su contra. Debido a ello, el rey había decidido que el ferrocarril propuesto no llegaría a Marsella. Eugenio le escribió para concientizarlo sobre la consecuencia que esto tendría en su popularidad. En 1842, anotó en su diario:
“¡Qué feliz sería si mis observaciones movieran al rey a modificar un proyecto tan funesto para nuestra ciudad! Nadie sospecharía de dónde viene este favor y que sería el obispo, cuya solicitud debe abarcarlo todo, quien lo procurara para su pueblo. Los ingratos se beneficiarían de él, tanto como los demás”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 21, 1842, EO XXI
El rey cedió ante la presión y se construyó la línea de ferrocarril de Lyon a Marsella, siendo inaugurada en enero de 1848.
REFLEXIÓN
“Este país no será un buen lugar para vivir para ninguno de nosotros, a menos que lo convirtamos en un buen lugar para vivir”. (Theodore Roosevelt)
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Como sabemos, Eugenio siempre se vio como el padre de su familia misionera. Como Fundador y Superior General, su papel iba más allá de lo administrativo: mantener los vínculos de la familia y su espíritu. Eugenio era el padre que amaba a cada uno de sus hijos misioneros y se regocijaba en su relación mutua, que es evidente al leer esta entrada en su diario:
“Ordenación de nuestros tres diáconos: Bemard, Gaudet, Keating, a quienes había ordenado diáconos el sábado 18; hoy los hice sacerdotes. ¡Qué dignos se han mostrado estos tres religiosos, listos para ir, uno a la isla de Ceilán y los otros dos a Canadá, con sentimientos realmente dignos de su vocación. No sé a cuál admirar más de los tres!
El P. Keating es más serio y tímido, pero los padres Bemard y Gaudet me expresaron sus tiernos sentimientos con una efusión en verdad filial, y desde luego no fui insensible a tales testimonios tan emotivos de su afecto. Jamás hijo alguno ha mostrado más amor al separarse de su padre. El P. Gaudet sale mañana y quiso dejarme por escrito sus sentimientos… Ya me había escrito una carta manifestándome el deseo que ser considerado en la elección que yo haría de los misioneros para el Canadá, que está infestado por el tifus que, como todo el mundo sabe, se ha llevado ya a más de doce sacerdotes y ha alcanzado a cuatro de los nuestros. Hoy me escribe para agradecerme por haber escuchado su petición.
Es en verdad un motivo para llorar de alegría, el tener hombres de ese temple en nuestra congregación”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 24, 1847, EO XXI
REFLEXIÓN
«El amor de Dios para con los hombres. Digo que este sentimiento, que reconozco viene de Aquel que es la fuente de toda caridad, es el que ha provocado en los corazones de mis hijos esa reciprocidad de amor que forma el carácter distintivo de nuestra muy amada familia». (Carta de Eugenio de Mazenod al P. Mouchette, Diciembre 2, 1854, EO XI núm. 1256)
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“Carlos José Eugenio de Mazenod,
por la misericordia divina y la gracia de la Sede Apostólica,
Obispo de Marsella,
Comendador de la Santa Religión y Orden Militar de los Santos Mauricio y Lázaro,
Superior General de la Congregación de los Oblatos de la Santísima e Inmaculada Virgen María.
A nuestro amado en Cristo Etienne Semeria, Sacerdote de la misma Congregación. Salud y Bendición en el Señor.
Habiéndonos pedido insistentemente Monseñor Bettachini, Obispo de Toron in partibus infedelium, y Coadjutor del Vicario Apostólico en la isla de Ceilán, enviar a algunos de nuestros misioneros como compañeros de viaje y asociados a sus trabajos, Nosotros, a quien está confiado el gobierno de toda la Congregación, considerando menos nuestra aflicción que la voluntad de Dios, al haber sido llamados los miembros de nuestra Congregación para trabajar en esa parte de la viña del Padre de Familia, hemos decidido enviar allí algunos obreros evangélicos. Estos se dedicarán diligentemente, bajo la jurisdicción del Reverendísimo Coadjutor, para mayor gloria de Dios y salvación de las almas, a promover la piedad de los católicos, a restaurar la fe entre los heréticos, y sobre todo, a liberar a los infieles de las tinieblas y la sombra de la muerte.
Dada la distancia que nos separará y las dificultadas bastante considerables que podrían surgir en el futuro, pensamos elegir entre los miembros de nuestra Congregación e instituir con facultades extraordinarias como jefe de esa gran empresa y guía de esa misión, a Etienne Semeria, hombre que la prudencia y una oblación prolongada han madurado, recomendable por su celo y piedad y por último, con un apego inquebrantable hacia Nosotros y la Familia.
El documento continúa con un listado de los poderes administrativos que le otorgaron en esa nueva misión de los Oblatos, donde sería el “alter-ego» del Fundador, y concluye:
“Ve ahora, querido hijo, a la obra que te ha sido confiada, así como a quienes hemos elegido para ser tus asociados en esa región extrema de Asia, para la mayor gloria de Dios, que se promoverá allí y en todas partes.
Que la Santísima e Inmaculada Virgen María, nuestra previsora Madre, te guarde continuamente bajo su protección. Que los ángeles de Dios te asistan; y en cuanto a Nosotros, hijo amado en Cristo, no dejamos de implorar sobre Ti una abundante lluvia celestial”.
Otorgado en Marsella el 21 de octubre de 1847
+ C. J. Eugenio, Obispo de Marsella,
Superior General.
El Padre Semeria recibió su obediencia y partió en un viaje de 37 días, llegando a Ceilán en compañía de los Padres Louis Marie Keating de Irlanda, Joseph Alexandre Ciamin de Niza, y el Hermano Gaspard De Stefanis de Génova.
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La nueva misión requería la aprobación del Vaticano, que fue otorgada por el Cardenal Fransoni. Al responderle, Eugenio describió las cualidades del P. Semeria:
“Mi preocupación, para corresponder a los proyectos de la Sagrada Congregación, ha sido la de elegir excelentes sujetos. No me ha sido difícil, ya que nuestros Oblatos de la Santísima María Inmaculada son, gracias a Dios, todos buenos; están todos dispuestos a sacrificar su vida para glorificar a Dios y trabajar por la conversión y la santificación de las almas; tal es precisamente el fin de su vocación. Elegí al mejor de entre todos ellos, el P. Etienne Semeria. No es de mucha edad, sólo tiene 34 años, pero posee madurez en cuanto a virtudes y todas las cualidades religiosas. Desde hace varios años ha desempeñado la función de superior de las misiones de Córcega. Es increíble con qué éxito, con qué bendiciones de Dios, hasta los bandidos acuden a sus pies, y son prodigiosas las reconciliaciones que su celo y bondad logran en ese país y que son conocidas por todos. No sé si el Obispo me perdonará al enterarse del robo que estoy por hacerle. Pero la Congregación presta a sus personas, no las obsequia. Es muy importante poner a la cabeza de esa primera pequeña comunidad a un religioso como el P. Semeria”.
Carta al Cardenal Fransoni, prefecto de la S. Congreg. de la Propaganda, Septiembre 25, 1847, EO 5 núm. 6
REFLEXIÓN
Etienne Semeria fue una buena elección, y con el tiempo se convirtió en el Obispo de Jaffna. (Ver: https://www.omiworld.org/es/lemma/semeria-mons-etienne-obispo/)
«Un verdadero líder tiene la confianza de estar solo, el valor para tomar decisiones difíciles, y la compasión para escuchar las necesidades de los demás. No se propone ser líder, aunque se convierte en uno por la equidad de sus acciones y la integridad de su intención». (Douglas MacArthur)
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Leflon escribe: ‘‘No hay duda que de nuevo, con una intuición muy acertada, el Obispo de Mazenod había visto más allá de la posibilidad del presente para ver la realización del futuro. Sin embargo, no parece tan cierto que tuviera una visión clara de la situación extraña y complicada existente, en lo que el primer superior Oblato pronto llamaría un ‘país extraño’, que desalentaría tanto a sus hijos como a él mismo…” (Volumen 4 pág. 167)
En vista de las dificultades esperadas, el P. Semeria fue elegido como superior de los cuatro Oblatos destinados a Ceilán. Era el rector altamente respetado del seminario menor en Ajaccio y su partida fue un duro golpe para el Obispo, a quien Eugenio escribe para justificar su elección:
“Se trata de una misión infinitamente difícil por varias razones y necesito de alguien como el P. Semeria para encomendársela, por mi propia tranquilidad. Es el sacrificio que Dios nos ha pedido y debo hacerlo con alegría y una firme confianza en cuanto al gran bien que tendrá como resultado; la Sagrada Congregación de la Propaganda pide la ayuda y nos ha solicitado “opportunissimo et necessario». Tengo todas las razones para creer que el P. Rolleri, quien le reemplazará en Vico, hará un buen trabajo”.
Carta al Obispo Casanelli d’lstria de Ajaccio, Octubre 7, 1847, EO IV pág. XXIV
REFLEXIÓN
«Si Jesucristo, siendo Dios murió por mi, entonces ningún sacrificio me será difícil hacer por Él”. (C.T. Studd)
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El enviar a los Oblatos a las misiones en el extranjero y procurar su sustento, en especial en las regiones rurales, requería fondos. Cada año el Obispo Eugenio debía escribir a Roma y a la Propagación de la Fe en Francia, solicitando donativos, como vemos aquí.
“Señores,
Algunos de nuestros misioneros están a punto de salir para los establecimientos que nuestra Congregación de los Oblatos de María Inmaculada ha fundado en la América septentrional… En la misma fecha, tendrá lugar la salida de otro grupo compuesto por cuatro de nuestros misioneros que acepté enviar a a Mons. Bettachini, coadjutor del Vicario Apostólico de Ceilán. En los pocos días que estuvo en Marsella, y en las varias conversaciones con él, el prelado me describió de tal forma el deplorable estado de la religión en esa isla, que no pude negarme a acudir en su ayuda, a pesar de las necesidades de otras misiones extranjeras confiadas a nuestra Congregación…
Confieso que no podemos pretender una asignación considerable, dadas las peticiones que nuestra Congregación les ha hecho ya en el ejercicio actual, para sus misiones de América e Inglaterra; es por ello que nos limitaremos a lo estrictamente necesario para nuestro establecimiento de Ceilán, es decir, para los gastos de viaje de los misioneros y para los primeros gastos del establecimiento y manutención, que supone al menos la suma de doce mil francos”.
Carta a los Miembros del Consejo Central del Sur de Francia, de la Sociedad Misionera para la Propagación de la Fe, Lyon, Agosto 14, 1847, EO V, núm. 106.
Al ver la tardanza de su respuesta, Eugenio temió no tendría fondos para poder enviar a los 4 misioneros a Ceilán, teniendo que cancelar el proyecto.
“Señores,
Esperaba con cierta ansiedad su respuesta a mi carta del 15 de septiembre pasado. Veía en efecto llegar el día en que haría falta necesariamente decidir sobre la salida de nuestros misioneros para Ceilán, sin tener aún la seguridad de encontrar los medios para encaminarlos hacia su destino…
Por tanto Señores, consideren el alivio que me dio la recepción de su carta del 4 del corriente y el giro de 3.000 francos que la acompañaba”.
Carta a los Miembros del Consejo Central del Sur de Francia, de la Sociedad Misionera para la Propagación de la Fe, Lyon, Octubre 14, 1847, EO V, núm. 109.
REFLEXIÓN
«He escuchado a la gente decir, «Deseo más un corazón por las misiones» y siempre respondo, «Jesús les dice exactamente cómo tenerlo. Envía tu dinero a las misiones, a tu iglesia y a los pobres, y tu corazón le seguirá”. (Randy Alcorn)
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Como hemos visto, el Padre Vincens era el Maestro de Novicios, a cargo de preparar a los futuros misioneros Oblatos. En la entrada anterior, vimos cómo Eugenio le anuncia haber aceptado nuestra primer misión en Asia, que concluye:
“Monseñor Bettachini salió con el corazón lleno de alegría y a menos que la Propaganda ponga obstáculos para ello, que espero no ocurra, el próximo mes nuestros primeros misioneros saldrán con el Obispo para fundar ese gran establecimiento.
Esta salida no impedirá la de cuatro misioneros destinados a América, que pronto deberán ser seguidos por varios otros. Como puedes ver, necesitamos muchos para satisfacer todas estas necesidades.
Tengamos valor pues, y pongamos nuestra confianza en el Señor. El gran tema será siempre formar buenos sujetos, no descuiden nada de ello”.
Carta al Padre Ambroise Vincens, Agosto 12, 1847, EO X, núm. 936
REFLEXIÓN
«He encendido una vela de vida, y preferiría consumirla en una tierra llena de oscuridad, que en una inundada por la luz”. (John Keith Falconer)
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Eugenio comparte de forma entusiasta al P. Vincens su conversación con el Obispo Bettachini de Ceilán (actualmente Sri Lanka).
“He aquí una magnífica misión que se nos presenta. Mons. Coadjutor del Vicario apostólico de la isla de Ceilán, acaba de pasar dos días conmigo. Nuestras conversaciones se prolongaron hasta las once de la noche.
¡Qué campo se abre ante nosotros! Un millón quinientos mil personas a convertir en el más hermoso país del mundo, ciento cincuenta mil cristianos por instruir. Toda esa inmensa población dispuesta, por su carácter y cierta atracción de religiosidad, a escuchar a los enviados de Dios que les anunciarán la Buena Noticia.
Por otra parte, prevenir la herejía…”.
Con todas esas razones para aceptar la nueva misión, Eugenio continuó:
“Cómo resistir tantos motivos urgentes y no responder con agradecimiento a cooperar poderosamente a esta buena y gran obra. Acepté esta nueva misión, una de las más hermosas que existen sobre la tierra, previendo que esta gran isla será algún día el patrimonio de nuestra Congregación”.
Carta al Padre Ambroise Vincens, Agosto 12, 1847, EO X, núm. 936
REFLEXIÓN
«El celo misionero no surge de las creencias intelectuales, ni de los argumentos teológicos, sino del amor». (Roland Allen)
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El Obispo Horace Bettachini, Coadjutor del Vicariato Apostólico de Colombo, llegó a Europa en 1845, buscando ayuda misionera. Solo obtuvo un miembro de la Congregación del Oratorio, y un Benedictino Silvestrino. Viajó en vano por el resto de Europa, buscando ayuda en todas partes. Todas las puertas se le cerraron. En su angustia conoció al Obispo Berteaud de Tulle, quien le dijo: “Vaya a Marsella. Ahí encontrará al Obispo cuya Congregación es aun pequeña, pero tiene un corazón tan grande como el de San Pablo, tan grande como el mundo. Vaya y explíquele que se trata de salvar a esas pobres pobres almas, insista en ese punto. Cuando escuche eso, no podrá resistirse”. (Yvon Beaudoin en EO IV, página XXIII)
El Obispo de Mazenod tuvo una respuesta entusiasta a la petición.
¡Qué campo se abre ante nosotros!
Carta al Padre Ambroise Vincens, Agosto 12, 1847, EO X, núm. 936
REFLEXIÓN
“Pero ¿cómo invocarán al Señor sin haber creído en él? Y ¿cómo podrán creer si no han oído hablar de él? Y ¿cómo oirán si no hay quien lo proclame? Y ¿cómo lo proclamarán si no son enviados? Como dice la Escritura: ¡Qué bueno es ver los pasos de los que traen buenas noticias!”
Carta de San Pablo a los Romanos 10:14-15.
“Pero he tenido cuidado, y de esto me honro, de no predicar en lugares donde ya se conocía a Cristo, y de no aprovecharme de bases puestas por otros. Me guie por la Escritura: Lo verán aquellos a quienes no había sido anunciado, y lo conocerán los que nada habían oído”.
Carta de San Pablo a los Romanos 15:20-21.
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