GRACIAS A LA GRACIA DE DIOS, LA VIDA Y EL MINISTERIO DEL PEQUEÑO GRUPO COMENZÓ A TENER UNA FORMA MÁS DETERMINADA.

Leflón nos dice que el 13 de mayo, “Madame Gontier entregó el uso de toda la casa Carmelita al Padre de Mazenod, a cambio de una cantidad económica, ya que su internado para chicas estaba en una mala situación” (Volumen 2, p. 44).

Tener un espacio mayor daba a los Misioneros la oportunidad de mejorar sus habitaciones y comenzó a estar mejor organizada. La carta de Eugenio a su padre da una indicación de las preocupaciones que tenía y de la fortaleza que venía de su convicción de que la gracia de Dios estaba haciendo todo esto posible:

… Para hablarle de nosotros, tendría que tener más tiempo del que tengo, porque tendría que decirle muchas cosas. Creo será conveniente dejar los detalles para nuestro primer encuentro. En un abrir y cerrar de ojos hacer una fundación, ver cómo reunir los elementos a pesar de los obstáculos que parecían insuperables, humanamente hablando, encontrar unos hombres dispuestos a entregarse a la obra de Dios, a pesar de las mil razones, buenas en apariencia, que pudieran disuadirles de ello; esos hombres, de los que soy el mayor, producen frutos de salvación que han obligado a la calumnia a callarse por haber sido muy sorprendentes, y todo eso antes de que se dieran cuenta que el proyecto, apenas divulgado, fuese ya una realidad: estos son los prodigios cuyos testigos e instrumentos somos nosotros.

Carta a C.A. de Mazenod, el 1 de mayo 1816, E.O. XIII n.3

Algunas notas sobre este texto.

– “nuestro primer encuentro”: El presidente de Mazenod estaba todavía exiliado en Palermo y Eugenio estaba intentando por todos los medios hacer posible su retorno a Francia.

– “de los que soy el mayor”: Emmanuel Maunier y Pierre Mie tenían treinta años más que Eugenio así que, presumiblemente, se refiere aquí a ser el mayor por ser el superior de la comunidad.

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