NUESTRA ALMA SE UNE A LOS FELICES TRANSPORTES QUE HACE EL CIELO PARA ALEGRARSE POR LOS PECADORES QUE SE CONVIERTEN

Martes de la segunda semana de Adviento

«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños”

Mt 18:12-13

 La solicitud que os debemos, al ocupar constantemente nuestros pensamientos con el dolor causado por la pérdida de tantas almas que han caído de los caminos de la salvación, es a menudo recompensada con los más dulces consuelos. Cuando veamos que la gracia obra poderosamente entre ustedes y difunde tanto la luz en las mentes como la caridad en los corazones, cuando la infinita misericordia del Señor se manifieste con brillo en el seno de nuestro rebaño, y cuando la oveja perdida que creíamos extraviada vuelva al redil y sea devuelta a nuestro amor entonces nuestro júbilo es grande, podemos decir, como San Pablo, que «rebosamos de alegría» (2 Cor 7,4), pues nuestra alma se une a los felices transportes que hace el cielo para alegrarse por los pecadores que se convierten.

Eugenio de Mazenod, Carta pastoral sobre las misiones, 1844

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