Una segunda persona enviada por Dios para abrir el camino a los Oblatos para la evangelización cruzando el Canal de la Mancha fue Juan Naughten, quien había ingresado al noviciado en Francia el año anterior. Se trató de un “encuentro inesperado” elaborado por Dios.
“… un joven que llevaba en su rostro el candor de su alma, llegó a el Calvario… Iba a viajar al día siguiente a Roma.
“El P. Aubert entra por casualidad en la sacristía cuando el joven preguntaba en latín lo que quería. Por su acento, el P. Aubert nota que es inglés y le contesta en esa lengua; el joven, encantado de encontrar quien le comprenda, se explica con el padre. De frase en frase le dice que salió de Irlanda para hacerse misionero. La ocasión era propia para cumplir su deseo, pues estaba en una casa de misioneros y sin sospecharlo, acababa de hablar con el superior.
El joven no necesita más; pide ser admitido, cancela su viaje, entra a la comunidad y el P. Daly, enviado para explicarse mejor con él, ve en esto un nuevo signo de la voluntad de Dios para proseguir su obra. “Este joven es un ángel, ha cursado ya la mitad del noviciado para edificación de todos a su alrededor, dándonos la mayor esperanza: se llama Naughten y es del país del célebre O’Connell.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Julio 15 y 16, 1841, EO XX