Donde la Iglesia está ya implantada, los Oblatos se consagran a los grupos más alejados de ella.
CC&RR, Constitución 5
El Papa Francisco, en “La Alegría del Evangelio”, nos ofrece una imagen poderosa de estas palabras. En nuestra reflexión de hoy utilizo algunas de sus declaraciones. Si Eugenio estuviera entre nosotros ahora, creo que habría escrito lo mismo:
- El imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno.
- Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos.
- Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas.
- Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos.
- Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos.
- Hay otros seres frágiles e indefensos, que muchas veces quedan a merced de los intereses económicos o de un uso indiscriminado. Me refiero al conjunto de la creación.
- Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos.
