CÓMO VIVIR EL AMOR DEL SALVADOR

Eugenio pasó un semestre en la facultad del seminario y luego volvió a Aix para iniciar su ministerio como sacerdote. Poco después pasó algún tiempo en un retiro para enfocarse en su ministerio. Su propósito claramente era el Salvador:

Tomaré como modelo este culto que debo a Dios, a su adorable Hijo Jesucristo, nuestro amable Salvador, con quien trataré de tener la más tierna devoción y el más ardiente amor, manteniendo siempre presente en la mente el recuerdo de sus beneficios y sobre todo muy adentro en el corazón.

Todos los días necesitaba trabajar de forma consciente el mantenerse en comunión con su Salvador

Y reconociéndome tan incapaz como indigno de amarle, le pediré esa gracia todos los días en el santo sacrificio y cien veces al día con esta jaculatoria: Jesús mío, dame tu amor. ¡Ah! Lo tendría todo ganado si tuviera con Jesucristo esta devoción, que debe ser por excelencia la de un sacerdote…

Todo ello no como una devoción centrada en sí mismo, sino con una intención misionera:

Mi mayor ocupación será amarle, mi mayor empeño, hacerle amar. Emplearé en ello todos mis medios, todo mi tiempo, todas mis fuerzas, y aun cuando, tras muchas penas, solo hubiera logrado que alguien tuviera un acto de amor para un Señor tan bueno, me tendré con razón por muy bien pagado.

Regla elaborada en mi retiro en Aix, Diciembre 1812, EO XV núm. 109

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“No podemos juzgar nuestra oración… por como nos sentimos cuando oramos, sino por como amamos al vivir.”   Katherine Marie Dyckman

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