Tenemos cuatro en el cielo; es ya una hermosa comunidad.
Eugenio habla de los primeros cuatro Oblatos que habían fallecido: Los Padres J. A. Jourdan (+Abril, 1823). J. J. Marcou (+Agosto 20, 1826), Hermano P.P. Dumolard (+Julio 9, 1828) y el Padre V. A. Arnoux (+Julio 13, 1828).
La comunidad terrenal, tan cercana al corazón de Eugenio, no era destruida por la muerte de sus miembros, sino ampliada eternamente.
Son las primeras piedras, fundamentales del edificio que debe ser construido en la Jerusalén celestial; están ante Dios con el peculiar carácter de nuestra sociedad, los votos comunes a todos sus miembros, la práctica de las mismas virtudes. Estamos unidos a ellos por los lazos de una caridad particular, siguen siendo nuestros hermanos y nosotros los suyos; habitan en nuestra casa madre, sus oraciones y el amor que continúan teniendo por nosotros nos llevarán algún día hacia ellos, para habitar juntos en el lugar de nuestro descanso.
Carta a Hippolyte Courtès, Julio 22, 1828, EO VII núm. 307
¡Qué hermosas palabras acerca de la comunión con nuestros seres queridos!
“La vida de los muertos es guardada en el recuerdo de los vivos.” Marco Tulio Cicerón