EL ABSOLUTO, DECIDIDO Y TERCO CALIBRE DE MI CARÁCTER

Eugenio recuerda su infancia y ve en ella el origen de su carácter fuerte que fue característico en él todos los días de su vida. Sin éste ¿habría conseguido todo lo que hizo por la Iglesia, los Oblatos y la Diócesis?

Se observa mejor la naturaleza en la tierna juventud porque se desenvuelve sin fingimiento. Así se juzgará del temple de mi carácter absoluto, decidido y voluntario por los siguientes rasgos. Cuando deseaba algo no lo pedía con un ruego, con tacto o con zalamería.Exigía lo que deseaba con un tono imperativo, como si me fuera debido; en caso de negativa no lloraba. Esta acción era tan rara en mí, como la de reír, pero golpeaba y trataba de  llevarme a la fuerza lo que no me querían dar.
Habiéndome llevado uno de mis tíos, a los 4 años al teatro me indigné por el ruido que se hacía en el patio. Me han contado que levantándome sobre la punta de los pies, para ver de donde procedía el desorden, apostrofé al patio entero en un tono que hizo estallar en carcajadas a cuantos estaban en el palco : «Tout are se descendi». [Ah si bajo allí!]
Nunca se pudo lograr nada de mí con el castigo, tenían que picar mi amor propio o tocar a mi corazón.

Autorretrato  de Eugenio para su director espiritual, en 1808, E.O. XIV n. 30

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