En respuesta a las excelentes noticias de la aprobación del Papa, Eugenio reflexiona con todos los Oblatos en Francia sobre la importancia del evento.
La conclusión a la que debemos llegar, mis queridos amigos y buenos hermanos, es que tenemos que trabajar con nuevo ahínco y con una mayor dedicación para procurar a Dios toda la gloria que dependa de nosotros, y a las almas de nuestro prójimo, la salvación por todos los medios que podamos; debemos adherirnos de corazón y alma a nuestras Reglas y practicar con más exactitud lo que nos prescriben.
El tener la aprobación de nuestras Constituciones y Reglas aprobadas por la Iglesia, atrajo una nueva comprensión e importancia a los Oblatos.
Para hacerlo bien, sería necesario que todos rehiciéramos nuestro noviciado para meditar tranquilamente en todo su contenido.
No son una bagatela, no son ya simples reglamentos, una simple orientación piadosa; son Reglas aprobadas por la Iglesia, tras el examen más minucioso.
Han sido consideradas santas y eminentemente aptas para llevar a quienes las han adoptado, a su fin.
Se han convertido en propiedad de la Iglesia, que las ha adoptado.
El Papa, al aprobarlas, se ha hecho su aval
Carta a Henri Tempier y todos los Oblatos, Febrero 18, 1826, EO VII núm. 226
A partir de este momento, la Regla Oblata pertenece a la Iglesia y no a nosotros. Hasta hoy, no tenemos el poder de cambiarla. Cualquier cambio que deseemos hacer, debe ser aprobado y provenir del Vaticano, pues nuestro carisma es reconocido por provenir de Dios, con el Papa como nuestro aval. Hoy en día, por ello, somos exhortados a:
“ Por su oblación, cada Oblato asume la responsabilidad del patrimonio común de la Congregación expresado en las Constituciones y Reglas y en nuestra tradición de familia. Se le exhorta a dejarse guiar por estas normas con una fidelidad creativa a la herencia legada por San Eugenio de Mazenod..” CC&RR, Constitución 168