IMPRESIONADOS POR LOS PRODIGIOS QUE OBRABA LA GRACIA A TRAVÉS DE SU MINISTERIO

Los Oblatos deseaban ser generosos en su respuesta, pues Dios había hecho mucho por ellos y los pobres, a través de su ministerio. Siguiendo el ejemplo de los santos, deseaban que su compromiso misionero con Dios se expresara a través de los votos como religiosos. Por este acto de oblación, deseaban que su ministerio fuera tan fructífero para ellos, como para la gente a la que servían.

Diseñaron las Constituciones y Reglas para asegurar la fidelidad a sus ideales y ahora buscaban que el Papa las aprobara.

Impresionados por los prodigios que obraba la gracia a través de su ministerio, cayeron en la cuenta de que, para hacerse dignos de su vocación, tenían que seguir las huellas de los santos, y proporcionar a los miembros de la Sociedad la facilidad para trabajar en la obra de su perfección, al mismo tiempo que ofrecían a los pueblos los medios de salvación predicándoles la penitencia.
Decidieron abrazar los consejos evangélicos y consagrarse, con una abnegación sin límites, a todo cuanto pudiera contribuir a la mayor gloria de Dios, a la salvación de las almas más abandonadas y al servicio de la Iglesia.
Las Reglas y las Constituciones de la Sociedad de los Misioneros Oblatos de san Carlos (ese fue el nombre que tomaron), popularmente llamados Misioneros de Provenza, fueron redactadas con ese espíritu.

 Petición para la aprobación del Papa León XII, Diciembre 8, 1825, EO XIII núm.48

 No basta, con todo, que estén convencidos de la excelencia del ministerio a que son llamados. El ejemplo de los santos y la razón misma prueban claramente que, para el feliz éxito de tan santa empresa y para mantener la disciplina en una sociedad, es indispensable fijar ciertas normas de vida que aseguren la unidad de espíritu y acción entre todos los miembros. Esto es lo que da fuerza a los organismos, mantiene en ellos el fervor y les asegura la permanencia.

Prefacio de las CC&RR

 

“Quien no pueda ya hacer un alto y perdurar asombrado, puede igual estar muerto; sus ojos se encuentran cerrados.”     Albert Einstein

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