SER FORMADOS COMO MISIONEROS EN EL MISTERIO DEL SALVADOR

Casualmente, mientras reflexiono sobre el texto de hoy, me encuentre en París y estaba pasando la mañana siguiendo los pasos de Eugenio como seminarista. El Seminario de San Sulpicio ya no está allí, pero sí la famosa iglesia. Es aquí donde rezó y recibió varias de las órdenes menores y su ordenación como subdiácono y como diácono. En esta iglesia atendió y predicó a los niños pobres de esta zona. Luego fui a Issy, donde pasó los meses de verano como seminarista y donde hizo varios retiros reflexionando sobre la llamada de Dios al sacerdocio. En este lugar, donde recibió su formación sacerdotal también llegó a ser formador él mismo, cuando los sulpicianos fueron expulsados por Napoleón y el recién ordenado sacerdote tuvo que hacerse cargo de la marcha del seminario durante casi un semestre.

De la misma manera en que Eugenio había recibido una formación sólida, le concernía a él la formación de los religiosos misioneros, para la buena marcha de su Congregación y de su misión. He aquí la continuación de su carta al Arzobispo de Aix:

A esa ayuda para los sacerdotes me permito añadir la petición de seis becas para los que llamamos novicios. Son jóvenes eclesiásticos a los que formamos para el ministerio y que estarán todos ellos a cargo de la diócesis en algún seminario, de no estar en la Misión. Lo que puedo decir de todos ellos es que ofrecen las mayores esperanzas y que algunos, por su piedad y sus talentos, prometen servir a la diócesis del modo más distinguido. Nuestro noviciado debe ser considerado como un verdadero seminario; por lo que, al conceder las seis becas que solicito, Monseñor, no debe temer que esas becas se desvíen de su finalidad, ya que tengo garantías seguras de perseverancia en aquellos de nuestros alumnos para los que solicito ese favor.

Carta al Arzobispo de Bausset de Aix, 16 de Diciembre de 1819, EO XIII n.27

Eugenio usa la palabra “novicios” en un sentido amplio para referirse a los seis que se estaban formando para ser ordenados presbíteros. Vivían en la Casa de la Misión e iban cada día al seminario diocesano de Aix para recibir sus clases. Eran: Hippolyte Courtès, Jean Baptiste Honorat, Marius Suzanne, Alexandre Dupuy (quien finalmente llegó a ser sacerdote diocesano) and Guillaume Dalmas and Hilarion Bourrelier (que abandonó unos pocos años después).

Hoy, la preocupación de Eugenio continua estando presente en nuestra Regla de vida:

Jesús formó personalmente a los discípulos que había elegido y los inició en los secretos del Reino de Dios (cf. Mc 4, 11). Para prepararlos a la misión, los asoció a su ministerio; y para fortalecer su celo, les envió su Espíritu.

Este mismo Espíritu forma a Cristo en aquellos que se comprometen a seguir las huellas de los Apóstoles. Cuanto más los introduce en el misterio del Salvador y de su Iglesia, más los impulsa a consagrarse a la evangelización de los pobres

CC&RR, Constitución 45

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