NOTA BENE: LAS DOS CARAS DEL CUADRO

¡Uno puede tocar la intensidad de las emociones de Eugenio! Cuando reflexionó sobre la situación de la Iglesia en Francia expresó su horror por el comportamiento de algunos sacerdotes que no vivían a la altura que pedía su vocación.

Luego le ponía un contraste a esto al describir su admiración y sobrecogimiento por la belleza de la vocación del Misionero. Lo hace con el mismo sentido de sobrecogimiento con el que reflexiona sobre la Iglesia.

La Iglesia, esa hermosa herencia del Salvador que él había adquirido con el precio de toda su sangre,
y luego contempla la otra cara de la situación:
ha sido devastada en nuestros días de manera cruel.

La iglesia, el Cuerpo de Cristo, es la magnífica herencia que nos ha dejado el Salvador mismo. Pero, con dolor y tristeza, Eugenio describió el estado al que había quedado reducida:

Esta esposa querida del Hijo de Dios casi no le da a luz más que monstruos. La ingratitud de los hombres llega al colmo; la apostasía pronto se hace general;
y, aparte del sagrado depósito que será conservado intacto hasta el fin de los siglos, no quedan del cristianismo más que las trazas de lo que fue, de modo que se puede decir con verdad que, a causa de la malicia y corrupción de los cristianos de nuestros días, su condición es peor que la de la gentilidad, antes que la cruz derribara los ídolos..

Regla de 1818 Capítulo primero, §3. Nota Bene. Missions, 78 (1951) p. 15

Me pregunto qué escribiría Eugenio hoy si su Nota Bene fuera situada en nuestro mundo actual. El Pueblo de Dios, aquella gloriosa herencia obtenida por el Salvador a costa de toda su sangre, continua siendo en nuestros días cruelmente devastada… El Vaticano II acentuó que nosotros somos el Pueblo de Dios…

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