Al terminar nuestra exploración a fondo de la Congregación de Jóvenes, continúo con las escrituras de San Eugenio en orden cronológico.
La segunda mitad de 1817 fue extenuante para Eugenio, quien pasó 5 meses en París tratando de asegurar el futuro de sus Misioneros. A este respecto y de forma importante, el nombre de su tío Fortuné de Mazenod había sido propuesto y aceptado como Obispo de Marsella. En diciembre, el padre y tíos de Eugenio volvieron a Francia, estableciéndose en la ciudad de Marsella, mientras Fortuné llegó a vivir con los Misioneros en Aix, como resultado de algunos contratiempos en su nombramiento como obispo.
A su retorno a Aix, Eugenio se vio inmerso en muchas actividades. Enfocó su energía durante los primeros seis meses de 1818 a la dirección de los Misioneros y su ministerio, encargándose de la formación de los jóvenes a convertirse en Misioneros, las actividades de su Congregación de Jóvenes en expansión, el servicio en la Iglesia de la Misión y muchas otras tareas administrativas. Fue por ello que hizo una pausa en mayo de 1818 para un retiro y evaluar el rumbo que su vida iba tomando.
Ya era tiempo de que pensara en librarme de este cúmulo innumerable de ocupaciones de todas clases que me abruman espiritual y corporalmente para venir al retiro a ocuparme seriamente del asunto de mi salvación repasando exactamente todas mis acciones …
Notas de retiro, Mayo 1818, E.O. XV, n. 145
A lo largo de su vida, Eugenio dio ejemplo de la importancia de detenerse y evaluar, de reflexionar en los sucesos en nosotros y a nuestro alrededor: en intervalos diarios, mensuales y anuales – reaccionando en consecuencia. Nuestra Regla de Vida Oblata lo subraya:
A fin de encontrarnos cada vez mejor dispuestos a servir a Dios en su pueblo, nos reservaremos, cada mes y cada año, tiempos fuertes de oración personal y comunitaria, de reflexión y renovación. Constitución 35
y
El examen de conciencia es para nosotros una ocasión privilegiada de reconocer las llamadas y la presencia del Señor a lo largo de nuestras jornadas, y para interrogarnos sobre la fidelidad de nuestra respuesta. Constitución 33