Eugenio sigue compartiendo con Henri Tempier, su confidente, la angustia que vivía al ayudar a su sobrina en su lecho de muerte.
Comprenderás que traté lo más posible de inspirar a esa hermosa alma la confianza que debe acompañarla. Pero el mayor martirio no es nada comparado con el tormento que esa media hora de conversación me hizo sentir. No comprendo cómo mi corazón no estalla en estas ocasiones que me veo forzado a contenerlo y actuar y hablar como si nada ocurriera en mí.
Le confirmé, en un esfuerzo sobrehumano que conmovió todo mi ser, la idea vaga de que estaba próximo su fin; pidió le administre los últimos sacramentos ¡qué deber me toca cumplir! Debo quedarme junto a ella; nuestras Reglas nos prescriben ir varias veces al día si es preciso, con los enfermos en peligro a quienes atendemos; estoy de fijo en mi puesto y cumplo mi ministerio, pero necesito mucho de la ayuda de Dios. Te encargo expresamente informar a las capuchinas del estado de mi sobrina para que recen por ella y le obtengan las gracias que necesita en este terrible trance: fortaleza, ánimo, confianza en Dios. Llegado el momento fatal, nos hará falta la resignación, pero de momento necesitamos una fortaleza más que humana para actuar con libertad de espíritu y aparente serenidad, cuando el alma está en total desolación. La enferma es siempre un modelo de paciencia, llevando esta virtud al heroísmo.
Carta a Henri Tempier, Octubre 28, 1829, EO VII núm. 339
Nathalie falleció un par de semanas después, el 14 de noviembre, a los 19 años de edad.
Désolée – Je ne peux répondre dans cette langue.