25 DE ENERO DE 1816: RECORDANDO LA HISTORIA DE LA FUNDACIÓN

Los tan importantes primeros días de vida comunitaria para los Misioneros eran, obviamente, una historia repetida a menudo con todo detalle. En sus memorias, el P. Tempier, lo describe como: “Este memorable día no lo olvidaré a lo largo de mi vida”.

Aquí Eugenio está escribiendo a los novicios y escolásticos que estaban en Billens, Suiza, para escapar de los peligros de la persecución antirreligiosa del gobierno de Luis Felipe. El narra la historia de los comienzos de su familia religiosa, y extrae una conclusión unida con el voto de pobreza y la llamada a la sencillez.

Mañana celebro en aniversario del día en que, hace dieciseis años, dejé la casa materna para ir a vivir en la misión. El P. Tempier había tomado posesión de ella unos días antes. Nuestro alojamiento no era tan magnífico como el castillo de Billens y, por desprovistos que estéis de cosas, más los estábamos nosotros. Mi catre estaba en el pequeño pasillo que lleva a la biblioteca, que entonces era una sala grande que servia de dormitorio al P. Tempier y al otro que ya no se halla entre nosotros (P. Icard). Era también nuestra sala de comunidad. Una lámpara era todo nuestro alumbrado y, cuando nos acostábamos se la colocaba en el umbral de la puerta para que nos sirviera a los tres.
La mesa que adornaba nuestro refectorio la formaban dos tablas, colocadas sobre dos viejos toneles. Nunca hemos tenido la dicha de ser tan pobres desde que hicimos voto de serlo. Sin saberlo, aquello eran los preludios del estado perfecto en el que vivimos tan imperfectamente. Adrede apunto esta especie de indigencia muy voluntaria, ya que hubiera sido fácil acabar con ella trayendo lo que hiciera falta de la casa de mi madre, para deducir que Dios nos dirigía desde entonces y muy atinadamente, sin que pensáramos todavía en los consejos evangélicos que íbamos a profesar más tarde. Practicándolos es como hemos conocido su valor. Os aseguro que no perdíamos nada de nuestra alegría; al contrario, como ese nuevo modo de vivir contrataba tan al vivo con el que acabábamos de dejar, nos reíamos con gana a menudo. Debía este buen recuerdo al santo aniversario de nuestro primer día común. ¡Qué feliz sería si lo continuara con vosotros!

Carta a Jean-Baptiste Mille et a los novicios et escolásticos, el 24 de enero 1831, E.O. VIII n.383

Esta entrada ha sido publicada en cartas y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *