Eugenio aprende a conocer los límites que su cuerpo marca en su celo misionero. Es necesario asegurarse de tener la energía suficiente para poner en práctica sus ideales.
Cuidado del cuerpo
Hay demasiada conexión entre el alma y el cuerpo para que no importe sobremanera regular los hábitos de éste de modo que no perjudique las operaciones del alma con su decaimiento, etc. Es mejor regularlo de una manera prudente, para estar en condiciones de gobernarlo y de mantenerlo siempre en dependencia del alma, de forma que pueda secundarla, etc., que el forzar demasiado a este asnillo hasta dejarlo derrengado de forma que se eche por tierra y ya no sea capaz de andar.
Yo he experimentado este inconveniente. Es fastidioso sin duda que las fuerzas del cuerpo no correspondan a la actividad del alma, pero así es y eso por la voluntad de Dios.
Es preciso, pues, aceptar este orden de cosas y sacar el mejor partido posible del asno, no negándole lo que le es absolutamente necesario para que preste su servicio
Notas de retiro, julio-agosto 1816, E.O. XV n 139
De aquí en adelante comienza su insistencia sobre el mismo mensaje para el bienestar de sus misioneros – aún cuando en ocasiones permite dejarse llevar por su celo, no practicando lo que predica.