Al continuar su carta paternal al P. Henri Faraud, le pide noticias y establece una tradición que espera que cada Oblato en las misiones en el extranjero siga fielmente: enviarle una carta cada seis meses.
“¿Entonces, querido hijo, por qué cuando el P. Aubert me escribe, no añades unas líneas a su carta, o mejor aun, por qué no me escribes directamente para hablarme de ti y relatarme lo que has hecho por la gloria de Dios? Dos veces al año, ya que no hay forma de hacerlo más frecuentemente, no es tan difícil, y me darías una gran alegría.
Me conoces poco si no sabes cuánto te amo. Repara querido hijo, el no haberlo hecho, contándome tu historia desde tu salida hacia las misiones hasta el día de tu carta. Para ello tomarás una gran hoja de papel y escribirás, con letra pequeña en las cuatro páginas o más si hace falta, o reanudarás en una segunda carta la historia desde donde la hayas dejado. No hay ningún detalle que me sea indiferente. Todo cuanto llega de mis queridos hijos me interesa en grado sumo. Dame ese gusto, mi querido P. Faraud, te lo pido a cambio del bien que deseo para ti, de la amistad, y del amor paternal que tengo por ustedes”.
Carta al P. Henri Faraud en Canadá, Mayo 10, 1848, EO I núm. 95
REFLEXIÓN
«La música tiene siete notas, la escritura veintiséis». (Joseph Joubert)
Ciertamente Eugenio conocía la música en la correspondencia con quienes amaba. Su canonización fue un indicativo de que la «música» continúa aun hoy en nuestra relación con él.