Treinta y siete años después de nuestra fundación, la situación de los Oblatos había cambiado. Comenzamos con seis personas en Aix en Provence, y para 1853 nos habíamos expandido a Canadá, los EU, Irlanda e Inglaterra, Ceylán y Natal. Era necesario expandir de nuevo la visión original de fundación para abarcar esta nueva realidad.
En la Regla de Vida publicada en 1853, Eugenio expresó así el ideal Oblato:
El que quiera ser de los nuestros,
deberá arder en deseos de la propia perfección,
estar inflamado en amor a Nuestro Señor Jesucristo
y a su Iglesia,
y en celo ardiente por la salvación de las almas.
Deberá desprender su corazón
de todo afecto desordenado a las cosas de la tierra
y del apego exagerado a los parientes
y a la tierra natal;
no tener deseo alguno de lucro,
mirando, más bien, a las riquezas como barro,
para no buscar más ganancia que Jesucristo;
tener el anhelo de consagrarse
únicamente al servicio de Dios
y de la Iglesia,
ya sea en las Misiones,
ya en otros ministerios de la Congregación.
Deberá, finalmente, tener la voluntad
de perseverar hasta la muerte en la fidelidad
y la obediencia a las Reglas de nuestro Instituto.
Regla de 1853
“La Fe es la orientación total de una persona, dando propósito y objetivo a sus esperanzas y empeños, pensamientos y acciones.” James W. Fowler