LA VISIÓN DE NUESTRA FUNDACIÓN: LOS CO-OPERADORES DEL SALVADOR

El documento escrito el 25 de enero de 1816, sobre el que hemos reflexionado en las semanas anteriores (Solicitud a los Vicarios Capitulares de Aix), es nuestra primer Regla de Vida, la visión de nuestra fundación. Fue la estructura que adquirió vida a través de 200 años y la que continúa guiándonos en la actualidad.

Dos años más tarde, en 1818, Eugenio y los Misioneros escribieron nuestra primer Regla de Vida ampliada y detallada. En ella, él resumió la visión de fundación en esta poderosa descripción:

¿Hay algún fin más sublime que el de su Instituto?
Su Fundador es Jesucristo, el mismo Hijo de Dios;
sus primeros padres, los Apóstoles.
Han sido llamados a ser
los cooperadores del Salvador,
los corredentores del género humano.
Y aunque, por razón de su escaso número actual
y de las necesidades más apremiantes
de los pueblos que les rodean,
tengan que limitar de momento su celo
a los pobres de nuestros campos,
su ambición debe abarcar, en sus santos deseos,
la inmensa extensión de la tierra entera.

Regla de 1818, Primera Parte, Capítulo Uno. Fines del Instituto, §3.  Missions, 78 (1951) pág. 15

¡Describe que cada uno de los miembros de la Familia Mazenodiana es considerado co-operador del Salvador! Al ser inspirados por el carisma de San Eugenio y llevados a su espiritualidad y misión – nos convertimos en co-operadores del Salvador. Somos co-operadores como hermanos y sacerdotes en nuestro compromiso y ministerio consagrado, somos co-operadores como asociados laicos Oblatos y como asociados en la misión, somos co-operadores al apoyar la misión de cualquier forma como empleados, como benefactores, a través de apoyo espiritual, como feligreses y como amigos. Cada uno de nosotros es un co-operador voluntario del Salvador a lo que parece ser “menos importante” y a lo insignificante de lo que parece “más importante”. Cada uno de nosotros es un componente del amor del Salvador por el mundo.

SPANISH

“Cristo no tiene ahora cuerpo en la tierra, sino el tuyo, no tiene manos ni pies, sino los tuyos. Tus ojos son con los que Cristo mira con compasión al mundo. Tus pies son con los que lleva el bien. Tus manos son ahora con las que ha de bendecirnos.”   Teresa de Ávila

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