Para ser la “familia más unida” del mundo, era esencial que todos los miembros contribuyeran a alcanzar este ideal.
Cada miembro se compromete con la Sociedad a vivir en obediencia al Superior y a observar los estatutos y reglamentos.
La Sociedad está sometida a un superior elegido de por vida por los miembros que la componen, y aprobado por el Ordinario
Petición de Autorización Dirigida a los Señores Vicarios Generales de Aix, Enero 25, 1816, E.O. XIII n.2
Cada miembro debía garantizar su vínculo a los objetivos que los guiaban y su voluntad de trabajar para ponerlos en práctica. Para Eugenio, los dos caminos principales para lograrlo fueron siempre la obediencia y la caridad.
La obediencia era a Dios, viviendo el carisma y la visión que Dios les había prodigado a través del Fundador. El superior de la comunidad era el punto central, el signo y el primer responsable de la práctica de una vida que les uniera, para asegurar que todos siguieran el mismo camino en la calidad de su vida religiosa y en sus actividades misioneras.
Treinta años después, encontramos a Eugenio insistiendo en este punto central, a los primeros misioneros en la difícil misión en Jaffna:
“Vivan en perfecta unidad, y que los lazos de la caridad y la obediencia aminoren las adversidades que son inseparables a su difícil ministerio.”
Carta a Etienne Semeria, Agosto 17, 1848, EO IV n. 4