SON MIS AMIGOS, A LOS QUE AMO MUCHÍSIMO

Continuando sus reflexiones sobre la muerte y sobre los apegos que le habrían impedido ser “totalmente para Dios” a la hora de la muerte, considera sus relaciones personales. Su conclusión toca lo que iba a ser una parte de su forma de ser durante toda su vida: su necesidad de amistades íntimas.

Desde su experiencia de la importancia de la amistad, es fácil apreciar porque su relación con Jesús era entendida, a menudo, en términos de amistad. Como un hombre muy de su tiempo, él también reflexionó la extendida actitud eclesial del siglo XIX sobre el papel de la mujer y los “peligros” que podría plantear para una vocación sacerdotal!

Examinándome atentamente, me parece que no descubro en mí esa clase de apegos. Con todo, creo que tengo que vigilar sobre mi corazón demasiado amante, demasiado tierno, demasiado afectuoso, demasiado sensible,  aunque no frente a objetos ilícitos: tengo incluso excesivo alejamiento de las personas del otro sexo como para hacer grandes reflexiones acerca de mis relaciones indispensables, frías y serias con ellas; pero a quienes amo demasiado es a mis amigos, a cuya amistad y ternura me parece que doy demasiado valor.

Notas de retiro, diciembre 1814, E.O. XV n. 130

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