EL GELATO Y LA PENITENCIA DE CUARESMA

De sus escritos cuando joven, sabemos que a Eugenio le encantaba el helado italiano. Aquí vemos cómo se molesta al ver que otros sacerdotes lo disfrutan, cuando él lo había dejado por la cuaresma. Nos da también un vistazo a su ayuno de Cuaresma. Este fue un texto privado en su diario, que no debía leer nadie más.

Fui un instante a casa del embajador para honrar a nuestro cardenal; nunca voy por las tardes a esas grandes reuniones. Me retiré pronto a mi convento, confundido al ver que muchas personas, y hasta sacerdotes, tomaban sobre su conciencia, buenos helados, a pesar del ayuno de la cuaresma; es posible que los helados puedan ser vistos como líquidos que no rompen el ayuno; en efecto, se derriten en la boca; pero, en mi opinión, ofenden cruelmente el espíritu de mortificación, del que no se debería uno apartar tan fácilmente en este santo tiempo.  Confieso que el ayuno me costaría menos si tomara por la mañana una buena taza de chocolate, por la tarde una taza de café, por la noche un helado, precedido, una hora antes, por un vaso de limonada, y por fin, la colación. No me permito eso ni siquiera los días de fiesta, aunque sea el día de Pascua.

Diario en Roma, Marzo 13, 1826, EO XVII

 

“El helado es exquisito – ¡qué pena que no sea ilegal!.”     Voltaire

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