En la evaluación del año de Eugenio, él es duro consigo mismo. Se juzga por haber estado desequilibrado en su dedicación a los demás y es consciente de que, como resultado, algunas de las debilidades de su carácter llegaron a ser demasiado obvias.
En este retiro tendré también que ordenar el empleo de mis jornadas. Reconozco que me he dejado llevar demasiado fácilmente a invertir el orden que me había fijado. Es cosa buena, nadie lo duda, el estar siempre dispuesto a servir al prójimo, pero este año ese servicio ha sido una verdadera esclavitud, y mucho es por mi culpa. La complacencia llevada demasiado lejos degenera en debilidad, y las consecuencias son funestas en extremo, ya que acaban llevando a la pérdida del tiempo.
Tengo que fijarme una regla de conducta con mis jóvenes. Trabajar en la virtud de la mansedumbre, en la mortificación de la lengua cuando estoy contrariado, en la humildad, el amor propio, etc. perseguirlo precisamente cuando se disfraza, recuperarme con la oración, el oficio, la misa, la preparación, la acción de gracias, la lectura de la Sagrada Escritura, la lectura espiritual, el examen, en una palabra, escudriñarlo todo, porque necesito reforma en todo.
Notas de retiro, diciembre 1814, E.O. XV n.130