ALCANZANDO LA EDAD

Los textos sobre la traducción de la Regla Oblata al latín pueden no parecernos de mucha inspiración actualmente. Sin embargo, tras estas cartas se encuentra una etapa muy importante en el desarrollo de los Misioneros Oblatos.

Después de existir por 8 años, llegaba el momento en que el grupo de Misioneros de Eugenio solicitara el reconocimiento oficial de la Iglesia. Hasta entonces habían trabajado de acuerdo a la Regla de Vida que habían recopilado y a la que estaban comprometidos. Se trataba de algo privado y hemos visto cómo dependían de la buena voluntad de las autoridades eclesiásticas locales para trabajar y continuar. Al no encontrar buena voluntad, temían por su supervivencia.

La Regla y el espíritu del grupo debían ser enviados a los mecanismos de la Iglesia universal para evaluar si todo provenía de la inspiración de Dios o se trataba de la creación humana de una persona carismática que compartía sus ideales con otros. Así como habían hecho en el pasado otras personas carismáticas como Francisco, Domingo, Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, y Alfonso Liguori para recibir la aprobación eclesiástica, Eugenio necesitaba también sujetarse al mismo proceso. Para hacerlo, debía hacer que la Regla se tradujera al latín.

Te he escrito ayer, mi muy querido amigo, pero tenemos siempre tantas cosas que decirnos, que inevitablemente siempre queda algo. Te habías ofrecido para traducir nuestras Reglas y había aceptado tu ofrecimiento, pero no habíamos fijado nada, proponiéndome retocar el comienzo para corregir ciertas expresiones demasiado severas y demasiado oratorias. Tengo tan poco tiempo que no he podido todavía hacer nada. Sin embargo, sería urgente hacer esa traducción.
He aquí lo que me ha venido a la cabeza esta mañana, durante mi acción de gracias que no está exenta como ves de distracciones, a menos que tomes ese pensamiento como una buena inspiración; es que empezáseis a traducir trozos y que te hicieses ayudar si hace falta en ese trabajo, por aquellos de nuestros Oblatos que sabes pueden hacerlo y que fueran bastante buenos latinistas para eso..

Carta a Hippolyte Courtès, Enero 18, 1825, EO VI núm. 166

 

“Despliega las velas y deja a Dios dirigirnos adonde desee.” – San Beda

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