NADA DE ESTE ESPECTÁCULO EN EL PALACIO DEL REY TERRENAL ME HABLÓ AL CORAZÓN

En el Royal Palace en París, Eugenio describe el servicio del Jueves Santo en el que un príncipe lavaba los pies a un grupo de niños durante la liturgia

Acabo de acompañar a mi tío a la Cena, en Les Tuileries… hemos visto la grandeza humana abajarse a imitación del Verbo anonadado a los pies del pobre y del indigente.
Es hermoso, es imponente; se pueden hacer a ese propósito unas bellas frases y moralizar a perderse de vista; pero ¿te diré mi querido Courtés?
… Aquí metido en un palacio del rey de la tierra, he visto una amplia galería, manchada por toda suerte de imágenes obscenas, de cuadros que representan las sucias divinidades del paganismo; rodeado de todas las vanidades del siglo, de todas las pompas del mundo

Este espectáculo lo dejó frío cuando lo comparaba con el modo en que esta misma ceremonia se celebraba en Aix con impactante devoción.

ese espectáculo deslumbrador, no es en absoluto comparable a nuestra emocionante ceremonia. Nada se recuerda, si no es la acción maquinal del lavatorio de los pies, y también ¡con qué diferencia!, nada recuerda la imponente lección que dio al mundo el Salvador de los hombres. Ni el lugar, ni las personas, ni los espectadores, ni aquellos mismos que son el objeto inmediato de la ceremonia, ni el modo de ejecutarla; nada en una palabra, habla al corazón; el mío por lo menos, no ha sentido la menor emoción; sólo he sentido el pesar que ese espectáculo hacía nacer naturalmente en mi alma por el recuerdo de lo que hacíamos…
Por eso la disipación y la curiosidad se veía en todos los ojos. Fue en medio de esos aderezos que el príncipe se ha acercado a un grupo de niños colocados sobre un estrado bastante elevado para qu pudiera verter agua sobre sus pies sin rebajarse. Esos niños puestos muy limpiamente, y tan extraños al misterio como a los “indevotos” espectadores, representaban mal, me parece a los apóstoles del Dios vivo; no eran ni siquiera los miembros de un Dios paciente.
Por eso lo repito, mi corazón ha quedado insensible mi espíritu indiferente no me presentaba ninguna imagen, no recordaba ningún recuerdo; fue necesario que se trasladara a otro lugar para penetrarse de los misterios del día, y es a Aix, es entre vosotros que he ido ¡lástima no haber estado allí de cuerpo entero!

Carta a Hippolyte Courtès, 27 Marzo 1823, EO VI n 98

 

Los actos externos de piedad que no surjan de los afectos del corazón dados por Dios, deleitándose en depender de Dios y buscando su gloria, son meros legalismos y no tienen valor para honrar a Dios.”       John Piper

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