UN PREOCUPACIÓN DE PADRE.

El gozoso orgullo en la generosidad de los jóvenes estudiantes y novicios se atempera por la

y con ocasión de la lamentable apostasia del desgraciado que no ha podido ser llevado al cumplimiento de sus deberes por el ejemplo de una conducta tan edificante como la vuestra

Yvon Beaudoin explica: “aparentemente se refiere a F.M Dalmas quien había hecho su profesión el 1 de Noviembre de 1819… El Fundador escribió, bajo este nombre, en el Registro de entradas al Noviciado: “El primero en darnos el ejemplo de la más vergonzosa apostasía”. El P. De Mazenod designaba habitualmente como apóstata a cualquier oblato que salía de la Congregación, sin motivos suficientes, después de haber pronunciado sus votos”. (Nota al pie 2 en E.O. VI n.56).

Eugenio, deslumbrado siempre por la belleza de la vocación del oblato y de la total generosidad de su acto de ovación a Dios, no podía entender cómo alguien podía volverse atrás. Él bramaba contra esto y temía por la eterna salvación de la persona implicada, quien había salido rompiendo su solemne promesa a Dios de no volver atrás (“Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios”. Lucas 9:62). Al animar a su familia, vemos el orgullo del padre y, también, su profunda pena cuando uno de sus hijos se convierte en un “pródigo”.

No os digo nada del hijo de perdición; el espíritu de Dios os ha hablado mejor de lo que yo pudiera hacerlo y habéis comprendido bien ese lenguaje, para que añada algo de lo mío. ¡Feliz comunidad! ¡Santa familia! Conservad preciosamente los dones que el Señor os ha distribuido con tanta generosidad, marchad por el camino por el que habéis ido, empujados por así decir, a la vista del precipicio que se ha tragado al infiel.

Carta a los estudiantes y novicios, en Ntra. Sra. del Laus, el 29 de Rnoviembre 1820,
E.O. VI n. 56

 

“En ocasiones no necesitamos otra oportunidad para expresar como nos sentimos o para pedir a alguien que entienda nuestra situación. A vesces solo necesitamos un firme tirón en los pantalones. Una expectativa seria de que si queremos todas estas cosas maravillosas sobre las que hablamos y cantamos, entonces vemos algo para probarlo”. Dietrich Bonhoeffer

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