UNA ENSEÑANZA SENCILLA QUE DIOS, EN SU BONDAD, SE ENCARGA DE ADEREZAR.

Todavía en la carta a Forbin Janson donde el joven Padre de Mazenod describe sus comienzos ministeriales, habla de lo que pasó una tarde de Domingo después de haber finalizado su ministerio con los prisioneros.

De allí corro a casa, donde está reunida la flor y nata de la piedad masculina de nuestra pobre ciudad. Después de algunos ejercicios, les doy una pequeña instrucción muy sencilla, a modo de conversación, que Dios se cuida de condimentar, y es todo

Carta à Forbin Janson, el 9 de abril 1813, E.O. XV n. 116

Eugenio ha permitido a Dios sazonar. Ésta aparentemente insignificante frase esconde la semilla de los comienzos de la asociación de la juventud que empezó con 7 chicos y creció hasta llegar a ser una bien organizada y eficiente grupo cercanos a los 300 en 1817.

La expresión “crema de la piedad masculina” suena extraña hoy. Se refiere su elección de hombres jóvenes quienes tenían las buenas cualidades para ser formados en una fuerza que pudiera cambiar la sociedad. El ministerio de la juventud llegó a ser la mayor ocupación de Eugenio hasta 1816. Floreció porque siempre permitió a Dios “añadir la sazón a sus esfuerzos humanos”.

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