Lo que exijo en esas difíciles y penosas circunstancias, es que el piloto dirija en la tempestad, que la tripulación obedezca en silencio
Eugenio se vio forzado a realizar cambios y asignar Oblatos a diferentes lugares, debido a la crisis del personal. El Padre Casimir Aubert, Maestro de Novicios, había tenido que ir de Laus a Aix y ahora se le pedía otro cambio, con el que no estaba contento.
La muerte inesperada de nuestro llorado P. Pons y la huida del P. Pachiaudi me obliga a enviarte al seminario mayor. Por tanto, el noviciado se trasladará a Marsella. Este cambio no se debe a inestabilidad en las ideas; sino ¿quién puede enojarse ante los acontecimientos más imprevistos? ¿Quién puede resistirse al poder de Dios?
Como comandante de la nave, Eugenio debía tomar decisiones frente a la tormenta y pide al Padre Aubert, como miembro de la tripulación, ajustarse a los planes de la Divina Providencia.
Los pasos de la Providencia son un gran misterio para mí. Nuestro deber es someternos, aun en lo difícil y doloroso, pero nunca apartarnos de ella, aunque nos imponga las mayores dificultades. Al no poder navegar a toda vela, hay que ir bordeando y llevar el barco solo con algunas velas, aunque sea con la más pequeña que ondea en lo más alto del mástil.
Todo lo que pido en estas difíciles y penosas circunstancias, es que el piloto dirija en la tempestad, que la tripulación obedezca en silencio y no me pidan recomendaciones que no sirven en los casos de urgencia, en los que cada quien debe hacer su tarea como pueda, según su puesto asignado.
Carta a Casimir Aubert, Septiembre 26, 1836, EO VIII núm. 590