La pequeña congregación Oblata había sido aquejada por la pérdida de dos de sus miembros, por lo que hubo que reevaluar los compromisos misioneros y tomar decisiones para conservar solo las tareas acordes a nuestro carisma y vocación.
En cuanto a mí, confieso humildemente que nada puedo hacer contra los decretos de la Providencia. Había evaluado todo, contando con dos miembros que hemos perdido; así pues, debo contar con los recursos disponibles para hacer frente por una parte a los compromisos sagrados y por otra a nuestra vocación. No olvido que hay bastantes asuntos pendientes; pero una vez más, no puedo sortear los acontecimientos.
Todos los Oblatos somos llamados a no perder la esperanza y el buen ánimo, sino a confiar en la Providencia y la hora de Dios.
El deber de todos es hacer lo mejor que podamos, cada cual en su área, con los medios a nuestra disposición. Estas pruebas no deben descorazonarnos. ¡Qué maravilla cuando el barco va viento en popa! Los marineros se cruzan de brazos, pero cuando el viento y el mar son contrarios, se ponen en movimiento para llegar felizmente a puerto. Tengamos paciencia y buen ánimo; no nos dejemos abatir, ¡Cuantas veces hay calma después de la tempestad! Nada de desesperanza; los hombres pasan, esperemos la hora de Dios
Carta a Hippolyte Courtès, Septiembre 25, 1836, EO VIII núm. 589
¡Un consejo que sigue vigente en nuestros días!