SAN EUGENIO LE INVITA A RELEER ALGUNAS DE LAS 2964 REFLEXIONES YA PUBLICADAS

San Eugenio hará una pausa en la composición de nuevas reflexiones hasta el 12 de agosto. Mientras tanto hay 2964 reflexiones diarias a las que puede acceder desde la página de inicio (http://www.eugenedemazenod.net/esp/)

Así que ¡San Eugenio sigue hablando!

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MI QUERIDO HIJO, A QUIEN RECIBÍ TAN JOVEN EN NUESTRA FAMILIA, A QUIEN HE VISTO CRECER EN EDAD, EN CONOCIMIENTO Y EN VIRTUD

Con emoción, el padre de la familia Oblata recordaba los 27 años de conocer al recién ordenado Obispo Bruno Guigues, desde que fue admitido al noviciado en 1821.

“Cómo te hubiera abrazado contra mi corazón, a ti, mi querido hijo, a quien recibí tan joven en nuestra familia, a quien he visto crecer en edad, en conocimiento y en virtud, a quien elegí para ser como yo mismo; en quien puse toda mi confianza para gobernar la considerable parte de esta familia enviada tan lejos de mí para servir a la Iglesia, la gloria de Dios y la salvación de las almas.

Sin saberlo, preparaba tu camino a la dignidad que la voluntad de Dios te ha llamado”.

El ser obispo no cambió sus raíces e identidad como Oblato y Eugenio lo alienta a permanecer fiel a todo lo que le ayudó como religioso, y ahora como sucesor de los apóstoles.

“No temas nada, querido amigo, un obispo misionero que desea ser fiel a su vocación, conservar el espíritu y hasta, en lo posible, las prácticas que le han sido tan útiles en el curso de su vida apostólica, ese obispo posee el “bonum opus” que no deseaba, pero del cual sacará todo el mismo provecho que los primeros Obispos de la Iglesia, a quienes el apóstol San Pablo daba ejemplo y consejo”.

Carta al Obispo Bruno Guigues en Bytown, Julio 25, 1848, EO 1 núm. 99

REFLEXIÓN

“La identidad espiritual significa no ser lo que hacemos o lo que la gente opina de nosotros. No somos lo que tenemos.  Somos las amadas hijas e hijos de Dios”.   (Henri Nouwen)

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EL CORAZÓN ABARCA MÁS DE LO QUE LOS BRAZOS PUEDEN EXTENDERSE

En julio de 1848 Bruno Eugenio Guigues fue consagrado como primer obispo de Bytown (más adelante Ottawa).

“Al bajar del altar, mi muy querido hijo, hermano y amigo, ofrecí el Santo Sacrificio, unido con el que ofreces tú mismo en este momento en calidad de Pontífice, pidiendo las bendiciones de Dios para ti, tu diócesis y tu ministerio.  Al escribir estos pocos renglones, no deseo dejar para mañana el expresar los sentimientos en mi corazón, presente en espíritu junto a ti como estoy en este momento solemne en que el Espíritu Santo obra en tu alma tan grandes maravillas. Este hermoso día debe serte tan consagrado que solo me ocupo de ti ante Dios y con los hombres”.

Carta al Obispo Bruno Guigues en Bytown, Julio 25, 1848, EO 1 núm. 99

Un mes después, Eugenio le vuelve a expresar su sentir el día de la consagración:

“Mi muy querido amigo, hermano e hijo… Estuve unido a la gran obra consumada en Bytown el 25 o el 30. Mi presencia era tal, que se puede decir pudiste haber sido consagrado por 4 Obispos… porque el corazón abarca más de lo que los brazos pueden extenderse, y con el Pontifical a la vista pedía sobre ti todas las bendiciones de la Iglesia para el nuevo elegido”.

Carta al Obispo Bruno Guigues, Agosto 25, 1848, EO 1 núm. 101

REFLEXIÓN

«El corazón abarca más de lo que los brazos pueden extenderse».  (San Eugenio)

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TODO CUANTO LLEGA DE MIS QUERIDOS HIJOS ME INTERESA EN GRADO SUMO

Al continuar su carta paternal al P. Henri Faraud, le pide noticias y establece una tradición que espera que cada Oblato en las misiones en el extranjero siga fielmente: enviarle una carta cada seis meses.

“¿Entonces, querido hijo, por qué cuando el P. Aubert me escribe, no añades unas líneas a su carta, o mejor aun, por qué no me escribes directamente para hablarme de ti y relatarme lo que has hecho por la gloria de Dios? Dos veces al año, ya que no hay forma de hacerlo más frecuentemente, no es tan difícil, y me darías una gran alegría.
 
Me conoces poco si no sabes cuánto te amo. Repara querido hijo, el no haberlo hecho, contándome tu  historia desde tu salida hacia las misiones hasta el día de tu carta. Para ello tomarás una gran hoja de papel y escribirás, con letra pequeña en las cuatro páginas o más si hace falta, o reanudarás en una segunda carta la historia desde donde la hayas dejado. No hay ningún detalle que me sea indiferente. Todo cuanto llega de mis queridos hijos me interesa en grado sumo. Dame ese gusto, mi querido P. Faraud,  te lo pido a cambio del bien que deseo para ti, de la amistad, y del amor paternal que tengo por ustedes”.

Carta al P. Henri Faraud en Canadá, Mayo 10, 1848, EO I núm. 95

REFLEXIÓN

«La música tiene siete notas, la escritura veintiséis».  (Joseph Joubert)

Ciertamente Eugenio conocía la música en la correspondencia con quienes amaba. Su canonización fue un indicativo de que la «música» continúa aun hoy en nuestra relación con él.

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EXISTE UN PADRE MÁS ALLÁ DEL GRAN LAGO AL QUE NO HAY QUE OLVIDAR; PARA QUIEN SIEMPRE ESTÁS PRESENTE

“Mi querido P. Faraud, existe un padre más allá del Gran Lago al que no hay que olvidar; para quien estás siempre presente, sea cual sea la distancia que te separa de él, no solo en el altar donde ofrece cada día el santo Sacrificio por la familia y todos sus miembros, sino en la vida ordinaria y en las frecuentes conversaciones en las que sus hijos, su ministerio, sus difíciles tareas y todo el bien que hacen se hacen presentes continuamente en su memoria y labios”.

Henri Faraud, de veinticinco años había comenzado sus estudios teológicos en Marsella y enviado siendo aun escolástico a Canadá en 1846.  Continuó sus estudios mientras aprendía algunas de las lenguas indígenas y fue ordenado sacerdote un año después.  Pasó el resto de su vida trabajando con los pueblos de las Primeras Naciones y fue ordenado Obispo de Athabaska-Mackenzie.

“[…]Me despido, mi querido hijo, que el Señor derrame sus más grandes bendiciones sobre ti, sobre tus hermanos y su ministerio; que les haga siempre más dignos de su ministerio y vocación, que les colme de consuelo espiritual en compensación por las penas que soportan por su gloria y la salvación de las almas que ha rescatado con su preciosa sangre. Por mi parte, les bendigo con toda mi alma”.

Carta al P. Henri Faraud en Canadá, Mayo 10, 1848, EO I núm. 95

REFLEXIÓN

Durante toda su vida, Eugenio expresó constantemente su paternidad espiritual, y hoy en día creo que sus palabras siguen con cada uno de nosotros, los miembros de su familia carismática: “existe un padre en el cielo a quien no deben olvidar; sepan que siempre están presentes para él”.  Que nunca olvidemos que él intercede por nosotros.

San Eugenio de Mazenod, pide por nosotros.

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LA NECESIDAD DE UNA FIGURA DE AUTORIDAD PARA MANTENER LA VIDA SEGÚN LA REGLA

Con siete años en Canadá, los Oblatos tenían celo al responder a los desafíos de predicar el Evangelio a tantas personas como fuera posible.  Eso significaba no tener un estilo de vida comunitaria regular, pues muy a menudo estaban fuera y regularmente se veían forzados a trabajar solos, algo que preocupaba a Eugenio, quien siempre insistió en la necesidad de una vida comunitaria.

“Me refiero con sumo disgusto al modo de ser de los nuestros en Canadá. Hace tiempo que tanto mi espíritu como mi corazón están cansados de ello. Varias veces ya he estado a punto de tomar una decisión severa, pues eso no es tolerable”.

El superior de la comunidad debía mantener la unidad y cuidar el bienestar de sus miembros.  A menudo los jóvenes Oblatos de pensamiento independiente no estaban contentos con su superior, que como humano, tenía defectos.  No se trataba de alguien a quien debían obedecer, sino que representaba una figura para inspirarles a vivir según la Regla Oblata.

“Se han acostumbrado demasiado a razonar y a no obedecer como lo exige la conciencia. ¿Desde cuándo un superior debe tener todas las cualidades y virtudes para ser respetado? ¿Qué autoriza a los individuos de una comunidad a vigilar sus acciones, a medir su mérito y a juzgar su capacidad, su saber hacer? Cuando es regular, observante de las Reglas y competente, cuando goza de la confianza del Superior General, ¿por qué pedir más?

Carta al P. Eugenio Guigues, Mayo 22, 1848, EO I núm. 97

REFLEXIÓN

“El liderazgo no trata de ser el mejor, sino de llevar a alguien a ser mejor”. (Autor desconocido)

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LA REGLA COMO REFLEJO DEL EVANGELIO

Las misiones en el extranjero eran un reto para Eugenio, pues los Oblatos enviados a Canadá y Ceilán eran muy jóvenes y no habían tenido suficiente tiempo de formación humana y misionera, además de necesitar guía. Las cartas desde Marsella tardaban meses en llegar a ellos, aunque era la única forma en que el Fundador podía alentarlos. Constantemente les recomendaba utilizar dos principios fundamentales para mantenerse enfocados: su superior Oblato y la fidelidad a la Regla Oblata.

“Les encomiendo siempre la unión entre ustedes y la mayor deferencia por quienes ocupan el lugar de Dios […]”.

En segundo lugar y lo más importante, la Regla de Vida Oblata resumía y aplicaba el Evangelio a todos los aspectos de la vida de los Oblatos.

“Si se meditara un poco más sobre la santa Regla que la Iglesia nos ha dado, ¡cuántas faltas se hubiesen evitado!”.

Carta al P. Augustin Gaudet en Montreal, Abril 29, 1848, EO I núm. 94

REFLEXIÓN

Augustin Gaudet había escrito a Eugenio el día anterior a su partida como misionero en el extranjero:

«Además, llevaré mi libro de Reglas. Contiene su consejo salvador, su voluntad y todo lo que hay en su corazón. Así siempre estará presente con su hijo, y lo leeré a menudo, besándolo. Será mi refugio y mi consuelo en el sufrimiento. Estoy convencido de que la Regla me santificará y es a través de ella que santificaré las almas. Juro fidelidad a ella y amor por siempre…”. (https://www.omiworld.org/es/lemma/gaudet-augustin/

Como miembro de la familia carismática Mazenodiana, ¿reconozco mi espiritualidad y misión a la luz del carisma y estilo de vida expresada en las Contitucioes y Reglas Oblatas? Para los sacerdotes y hermanos Misioneros Oblatos, es nuestra Regla de Vida la que ilumina todas nuestras acciones.  Para los miembros laicos de la Familia, las secciones que aplican a su estado de vida, tienen la intención de dar luz y vida.

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LA OBLACIÓN PROPORCIONA ALEGRÍA

Al escribir al P. Augustin Gaudet de 26 años en Canadá, quien había sido ordenado unos días antes de salir para su misión, Eugenio exclamaba:

“Me alegra ver que estás feliz y con todo ello concluyo que Dios te bendecirá. «Dios ama al que da con alegría» [ed. 2 Corintios 9:7]

Carta al P. Augustin Gaudet en Montreal, Abril 29, 1848, EO I núm. 94

Eugenio había escrito en su diario en septiembre del año anterior, un día antes de la partida del P. Augustin:

“Es en verdad un motivo para llorar de alegría, el tener hombres de ese temple en nuestra congregación”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 24, 1847, EO XXI

REFLEXIÓN

«Que cada uno de según su conciencia, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al que da con alegría. Dios por su parte, tiene poder para colmarlos de dones, de modo que teniendo siempre y en todas las cosas lo suficiente, les sobra incluso para hacer toda clase de cosas buenas» (2 Corintios 9:7-8)

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DIRÁS QUE COMEMOS NUESTRO TRIGO AÚN VERDE

El Obispo de Mazenod era una persona ocupada que cuidaba de la Congregación Oblata y la Diócesis de Marsella al mismo tiempo.  Entre sus múltiples ocupaciones trataba de escribir a los Oblatos.

“He aquí, mi querido Padre Semeria, todo lo que pude escribirte del 9 al 11 de mayo hasta ahora que vuelvo a tomar, no diré mi pluma que no he dejado desde entonces, sino esta hoja que te estaba destinada. En el intervalo he escrito a toda América del Norte”.

En Canadá las oportunidades misioneras se presentaban rápidamente, pues las necesidades se percibían más clara y fuertemente: miles de personas cuya fe requería un nuevo impulso o que nunca habían escuchado el Evangelio.  Eugenio deseaba dar respuesta, pero no contaba con personal suficiente para enviar.  Los jóvenes Oblatos que aun no terminaban sus estudios y formación estaban ansiosos por ir, prometiendo terminar en Canadá.

“Hoy mismo se embarcan a Canadá cuatro de nuestros Hermanos y un Converso. Solo hay un sacerdote entre ellos, un diácono a quien conferí esa orden al día siguiente de haberlo hecho subdiácono, y dos menores, que empezarán teología con el P. Allard, quien se encargará de enseñarles en Longueuil; el diácono sólo ha cursado un año. Dirás que comemos nuestro trigo aún verde; pero harán sus estudios tan bien en Longueuil como aquí, y se aclimatarán al país al mismo tiempo que aprenden las lenguas. Por otra parte, había que aprovechar un barco que salía directamente de Marsella a Boston, con la ventaja de ahorrarnos de cinco a seiscientos francos por cada uno”.  

Carta al P. Étienne Semeria en Jaffna, Mayo 9, 1848, EO IV núm. 3

REFLEXIÓN

El celo de Eugenio por la salvación de las almas le llevó a ser optimista en sus planes para esos jóvenes, y el deseo de que aprendieran el lenguaje y la cultura local.  El celo por evangelizar a menudo significaba que su promesa de terminar los estudios no fueran prioridad, y que con frecuencia no se cumpliera.  Más adelante Eugenio se dio cuenta de su error e insistía en terminar el proceso de formación antes de enviarlos a la misión.

En nuestra visión actual: «Partiendo de una visión de fe personal y coherente, los escolásticos serán capaces de presentar el Evangelio de forma que llegue y mueva los corazones de sus contemporáneos. Por encima de todo, asimilarán en la oración lo que estudian y vivirán lo que aprenden, para hacerse así testigos fidedignos del mensaje que van a predicar.» (CC&RR Regla 66 b)

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TODOS NUESTROS MISIONEROS, SIN EXCEPCIÓN, ESTÁN SIN COMPRENDER

La diócesis del Obispo de Montreal era enorme, llevándole a decidir solicitar que se separara una parte para formar una nueva diócesis: la Diócesis de Bytown (Ottawa actualmente).  Sugirió el nombre del Padre Guigues para dirigirla, quien había demostrado ser competente como superior de los Oblatos en Canadá. Al principio Eugenio estuvo en contra de ello, pues dependía grandemente en las habilidades de liderazgo del P. Guigues para mantener la unidad en la vida y misión de los Oblatos.  Con el tiempo, Eugenio vio la posibilidad de que el P. Guigues continuara como superior Oblato, al mismo tiempo que como obispo.  Así fue como inició la tradición de que el Obispo Oblato fuera el superior «provincial», una práctica que duraría por cerca de un siglo.

Los Oblatos estaban descontentos con el suceso, como vemos en la carta de Eugenio al Obispo Bourget:

“¿Cree usted Monseñor, que no hubiese sido necesaria una pequeña carta al darse cuenta de la tempestad que habría desatado la resolución tomada y que mi confianza en usted me habría llevado a apoyar? He tenido bastantes malos ratos a causa de esa especie de vértigo que rondaba todas las cabezas… El hecho es que me vi obligado a escribir de modo muy severo para hacer cesar todo el chismorreo”.

Al final, Eugenio le recuerda al Obispo Bourget de su papel especial en la vida de los Oblatos y le pide darles confianza en que el nombramiento de Guigues como Obispo de Bytown sería algo positivo, y no una señal de destrucción de la misión de los Oblatos…

“Sea lo que fuere, le pido escribirme ampliamente sobre todo ello. No es necesario recordarle que más que nunca debe ser el padre de nuestros Oblatos de María. Se sienten debilitados por la elección de su Superior a la Sede a la que le ha asignado. Junto con él, ayúdennos a tranquilizarlos, como no he dejado de hacerlo por mi parte”.

Carta al Obispo Bourget de Montreal, Febrero 12, 1848, EO I núm. 93

REFLEXIÓN

“Cuando se escribe en chino la palabra ‘crisis’, ésta se compone de dos caracteres: uno representa al peligro y el otro representa la oportunidad”. (John F. Kennedy)

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