Eugenio pide a su amigo, Henri Tempier, recordarle a diario, de ser preciso, la necesidad de permanecer humilde ante la voluntad de Dios y no dejar que su posición como obispo se le suba a la cabeza y lo llene de orgullo.
es decir que en esa última fase de mi vida, me parece estar bien decidido, mediante el cúmulo de gracias que voy a recibir, a conformarme a la voluntad de Dios de tal forma que no haya una fibra de mi ser que se aparte de ello.
Se lo digo sin rodeos, por ser mi director y también para que me lo recuerde si hiciera falta, todos los días de mi vida en calidad de mi admonitor; porque me conoce demasiado para no saber que la magnitud de la dignidad a la que voy a ser elevado, por indigno que sea, no cambiará nada dentro de mí ni en mis relaciones de confianza y sencillez religiosa con usted en primer lugar, y con todos los demás después, en las debidas proporciones. Suficiente sobre ese particular.
Carta a Henri Tempier, Octubre 10, 1832, EO VIII núm. 436