NUESTRA REFLEXIÓN EN LAS ESCRITURAS ENCUENTRA SU CULMINACIÓN EN LOS SACRAMENTOS
“Están siempre dispuestos a responder a las necesidades más urgentes de la Iglesia mediante varias formas de testimonios y ministerios, pero sobre todo por la proclamación de la Palabra de Dios que encuentra su culminación en la celebración de los sacramentos y en el servicio al prójimo” (Constitución 7)
Como Eugenio escribió en su Regla, fue el Salvador quien debía hablar a través de su cooperador e invitar a la audiencia a un encuentro más profundo:
“El misionero, para que su predicación no sea en vano, pedirá y hará que los demás pidan al Divino Maestro de los corazones, se digne acompañar las palabras de su ministerio con la poderosa gracia que toca y convierte a las almas, sin la cual todas las palabras solo son el sonido de un timbal”.
Regla de 1826 Parte I, Capítulo 3, §1, Art. 24. de Eugenio de Mazenod
La predicación de misiones parroquiales, que fue el motivo original de nuestra fundación, era para predicar la Palabra de Dios e invitar a las personas a responder celebrando los sacramentos. El objetivo de los Misioneros era que toda persona celebrara el sacramento de la Reconciliación y recibiera la Eucaristía.
Un sacramento es un momento privilegiado de encuentro con Jesucristo. Que escuchar su Palabra nos lleve a una mayor expresión de comunión con él y a apreciar su presencia sacramental.
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