NUESTRO AMOR POR LA IGLESIA, NUESTRA MADRE QUE SUFRE

Al profundizar la reflexión sobre su experiencia de Jesucristo como su Salvador, Eugenio también tomó mayor conciencia del sufrimiento de su Cuerpo, la Iglesia, como resultado de las consecuencias de la Revolución Francesa.  Se sintió llamado a responder:

“En mis días como seminarista, tuve el pensamiento de hacerme tan últil a la Iglesia como fuera posible, a nuestra Madre, por quien el Señor siempre me había dado la gracia de tener un amor filial.  El desamparo en que la ví fue uno de los motivos que me llevaron a decidir abrazar el sacerdocio”.

Memórias, citadas en Rambert I, pág. 47

Continuando con la correspondencia con su madre sobre la imposibilidad de ignorar el sufrimiento de la Iglesia:

“¿Puedes creer que un hombre con una visión clara de las necesidades de la Iglesia, y que a pesar de que Dios lo atrae a trabajar en su ayuda y otras señales de Su voluntad, podría optar por sentarse con los brazos cruzados, suspirando suavemente para sí mismo sobre todos esos males, sin levantar un dedo para despertar incluso en lo más mínimo los corazones endurecidos de los hombres, sin remordimiento de conciencia?  Qué ilusión… sería suficiente si en el curso de la vida pudiéramos ayudar aun a una sola alma a trabajar en su salvación, para que toda nuestra tarea valiera la pena”.

Carta a su madre, Abril 4, 1809, EO XIV núm. 50

“Me dediqué a la Iglesia pues sufría de persecusión, estaba abandonada…”.

Carta a su padre, Diciembre  7, 1814, EO XV núm. 129

Actualmente, al estar dolorosamente conscientes de que la persecusión de la Iglesia continúa, ¿podemos quedarnos sentados con los brazos cruzados, suspirando con tristeza?

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