“¿Qué diré de los nuestros que están en Oregón y a orillas del Río Rojo que les entretienen con el relato de sus aventuras? Su alimento es un poco de tocino y como cama la tierra, y con eso están felices, cumpliendo la voluntad de Dios. El P. Ricard, que estaba moribundo al partir, ha recuperado la salud y recientemente me escribió que no se ha acatarrado ni por un día, incluso pasando las noches al aire libre y durmiendo con frecuencia en el lodo. Los que viajan por la Bahía de Hudson, con fríos de
-30°, son jalados sobre el hielo por perros, y obligados a hacer un agujero en la nieve para pasar la noche en él…”.
Carta al P. Étienne Semeria, Agosto 17, 1848, EO IV (Ceilán) núm. 4
REFLEXIÓN
Cuando el poder de la Cruz nos cautiva, podemos soportar todo.