“Hoy ordené sacerdote al buen Padre Dorey. Un día como hoy, hace 22 años, uno de los nuestros entró a la gloria (el P. J.J. Marcou). El P. Dorey es digno de reemplazarlo sobre la tierra”.
Carta al P. Joseph Arnoux, Agosto 20, 1848, EO X núm. 985
Eugenio nunca olvidó al P. Jacques Marcou. A los 14 años había sido miembro fundador de la congregación de jóvenes de Eugenio en Aix. Eugenio lo vio crecer y estuvo encantado cuando Jacques se convirtió en Misionero, uno de mucho celo. Falleció a los 3 años de haber comenzado su ministerio como sacerdote. Eugenio siempre recordaba el día del aniversario de su fallecimiento. Diez años antes había recordado en su diario:
“El P. Marcou tuvo todavía fuerzas para volver a Marsella, y allí estaba a mi regreso de Roma, en muy mal estado; se le había afectado tanto el pecho que no hubo esperanza de curación. Sin embargo, esperaba poder seguir trabajando por la salvación de las almas, y se alegró enormemente por el éxito de mi viaje a Roma, en el que se había logrado la aprobación de la congregación de los Misioneros Oblatos de María, para ser reconocida en la Iglesia como una más de las congregaciones. El P. Marcou débil como estaba, quiso asistir a la reunión que convoqué para comentar sobre mi misión y todo lo que Dios quiso hacer por nosotros. Ese buen padre mostraba alegría, siempre expresando vivamente los sentimientos de su hermosa alma. Bajó incluso a la iglesia para renovar sus votos con todos los miembros de la nueva congregación canónicamente instituida. Su nombre está en el registro que todos firmamos del acta de esa memorable sesión. El último acto importante de su vida, que selló su consagración a Dios y el homenaje que desde hacía tiempo le hizo de todo su ser”.
Diario de Eugenio, Agosto 20, 1838, E.O. XIX
REFLEXIÓN
«Cuando alguien a quien amas se vuelve un recuerdo, éste se convierte en un tesoro».
(Autor desconocido)