MI TEMOR ES QUE EL SEÑOR LO HAYA ENCONTRADO MADURO PARA EL CIELO

El P. Jean-Pierre Bernard, de 26 años de edad, había sido ordenado en 1847 e ido a Canadá. A los pocos meses de su llegada cayó enfermo en una epidemia de tifo. Eugenio recibió la noticia y anotó en su diario:

“Nuestro tan buen y ferviente P. Bemard está tan mal que recibió ese mismo día los últimos sacramentos. Estoy de verdad desolado con esta noticia. ¡Qué no podríamos esperar de la entrega por Dios y por la salvación de las almas de este ferviente misionero, con su bella voz, su fuerte salud! ¡Dios mío, qué nueva prueba! Este querido hijo tras su ordenación como subdiácono, no hizo más que crecer rápidamente en la virtud. Su generosidad era a toda prueba… ¡Estaba tan feliz de sacrificarse por la salvación de los infieles!”.

El dolor de Eugenio era claro, al igual que su fe al entregarse a la voluntad de Dios.

“… Mi temor es que el Señor lo haya encontrado maduro para el cielo y nos separe de este buen obrero, incluso antes de haber podido hacer todo lo que su buena voluntad le inspiraba. Es un gran sacrificio que el buen Dios me exige. Hago como si no fuese a ocurrir y rezo con confianza. ¿Quién sabe si Dios, por estas oraciones que surgen del fondo de mi corazón, inspiradas por mi confianza en su misericordia, me habrá otorgado conservar a este precioso hijo? Este pensamiento me sostiene en espera del primer correo de América”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 6, 1848, EO XXI

Todas las oraciones fueron escuchadas y recuperó su salud, para pasar casi 40 años como Misionero Oblato en Norteamérica, con un lapso de 5 años en Francia.

REFLEXIÓN

¡Podemos imaginar el conflicto en las emociones de Eugenio! Las misiones con los más abandonados en Canadá requerían desesperadamente buenos hombres, y era posible que ese joven talentoso perdiera la vida, justo cuando iniciaba su ministerio. En medio de sus lágrimas, Eugenio cede a lo que puede ser el plan de Dios, y al mismo tiempo, desde su corazón, pide por su recuperación. Imagino que estos mismos sentimientos fueron los de María al estar al pie de la Cruz.

“Confiar en Dios en la luz no es nada, pero confiar en él en la oscuridad, eso es la fe”. (Charles H. Spurgeon)

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