La Revolución de 1848 no fue solo política, sino que había afectado a los Misioneros Oblatos. Eugenio escribió al P. Faraud en Canadá:
“Sabrán que una revolución inesperada nos trajo una república que hasta el momento no nos ha hecho ningún bien, sino bastante mal, pues es el estancamiento de toda prosperidad; estábamos en camino de un progreso brillante, nuestros establecimientos se multiplicaban y las vocaciones aumentaban cada día, pero los recursos faltan y hay que detener ese avance por falta de medios para mantener a tanta gente. ¡Es verdaderamente desconsolador!
Por esa razón me veo obligado a suspender el envío de algunos misioneros a la bella isla de Ceylán, donde el P. Semeria está con los PP. Keating y Ciamin, además de un hermano converso.
Podríamos hacer maravillas en esa misión para la conversión de 1.000.000 personas y de 150,000 cristianos, pero hacen falta nada menos que 2.000 fr. para el viaje de cada misionero, y la Propagación de la Fe resiente la gran sacudida que ha arruinado a todas las industrias, disminuido todos los capitales, y por consiguiente, disminuye los recursos”.
Carta al P. Henri Faraud, en Canadá, Mayo 10, 1848, EO I núm. 95
REFLEXIÓN
Vemos una clara ilustración de cómo el carisma Oblato vivido en cada misión siempre se relacionaba
a la situación política y social reinante. Es la razón por la cual en un mundo de constante cambio, la Congregación tiene un Capítulo General cada 6 años para preguntarnos cuáles son los nuevos rostros de los pobres en la actualidad y cómo podemos dar una respuesta realista con los recursos a nuestra disposición.
«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.» Vaticano II Gaudium et Spes 1