“DORMIMOS SOBRE UN VOLCÁN. ¿NO SIENTEN LA TIERRA TEMBLAR DE NUEVO?”

“25 de febrero: Noticias de la revolución de París. He recorrido toda la ciudad para ir a visitar a mis enfermos y administrar el sacramento de la confirmación a una señora en peligro. Todo estaba perfectamente tranquilo; la gente leía con indiferencia las proclamas fijadas en los muros”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Febrero 25, 1848, EO XXI

Hubenig nos da el contexto de este comentario.

“A principios de 1848 en la Cámara de Diputados, Alexis de Tocqueville, pensador y filósofo liberal francés, declaró en forma profética, “Dormimos sobre un volcán. ¿No sienten la tierra temblar de nuevo?  Un viento revolucionario sopla y ya en el horizonte se puede ver la tormenta acercándose”. Cuando el volcán hizo erupción al inicio de 1848, cimbró a toda Europa, incendiándola. En un corto tiempo estallaron fuertes reyertas…
El 22 de febrero había reyertas para protestar por la cancelación forzada de una de varias reuniones políticas en París, auspiciada por la izquierda radical para promover cambios en las leyes electorales. La multitud que protestaba, gritaba “Vive la République!” y cantaba la Marseillaise, convergió en la Place de la Madeleine.
Al día siguiente llegó el ejército y disparaba indiscriminadamente; se construyeron barricadas y hubo una lucha feroz que duró tres días en toda la ciudad. Louis-Philippe abdicó, declarando “No tomaré parte en que se derrame más sangre francesa”. Francia tenía una nueva revolución… Su régimen, liderado por un primer ministro autoritario conservador, Guizot, parecía ser menos popular cada día. Aun más, el país se encontraba en la peor crisis económica del siglo, que comenzó con una sequía extrema en 1846, que destruyó por completo las cosechas del país.
Con la abdicación del rey, el gobierno provisional de la Segunda República se hizo cargo de inmediato del problema más serio del país: la grave situación de los trabajadores.  Acortaron la jornada diaria en París a diez horas (a once horas en las provincias), abolieron las prisiones de deudores y acabaron con los degradantes castigos físicos. También concedieron el sufragio universal a los hombres por primera vez en Francia y abolieron la esclavitud en las colonias”.
(Viviendo en el Fuego del Espíritu, extractos de las páginas 161 – 169).

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