LE RECORDÉ LA BUENA DISPOSICIÓN DEL REY, Y LE ROGUÉ ECHARA UN VISTAZO AL DEPLORABLE EDIFICIO

«A partir de su nombramiento como Obispo de Marsella en 1837, comenzó a mencionar la necesidad de una nueva catedral, digna de una gran ciudad.  Durante su viaje a París en noviembre y diciembre de 1837 para jurar lealtad al rey como obispo de Marsella, le dijo al rey y al ministro de Culto Público que necesitaría un gran apoyo del estado para realizar el proyecto y solicitó tres millones de francos al ministro, quien dijo era demasiado.  El Obispo respondió que una ciudad como Marsella, que recaudaba treinta y dos millones de francos solo de las tarifas de aduana, bien merecía tres millones de francos para construir un monumento que, a los ojos de todos, era necesario. (Ver Diario, Diciembre 16, 1837). De 1837 a 1860, el Obispo de Mazenod escribió más de cien cartas al alcalde, al prefecto y a los ministros. El prefecto de Bouches-des-Rhônes estuvo a favor del proyecto. Aunque dudosos al principio, el alcalde y el consejo municipal dieron su consentimiento con la condición de no tener que contribuir con nada. En 1844, el obispo comenzó a perder la esperanza.»
https://www.omiworld.org/lemma/marseilles-cathedral/

Al pasar por Marsella uno de los hijos jóvenes del rey de Francia, el Obispo Eugenio le invitó a Misa en la Catedral. En su Diario describió su llegada y cómo aprovechó la ocasión para enfatizar la necesidad de una nueva y gran catedral.

“Recibí a sus altezas reales a la puerta de la iglesia, revestido de la cappa magna, acompañado por el cabildo y el seminario mayor. Después de ofrecerles el agua bendita, les dirigí este discurso:      
“Al venir hoy a este templo para cumplir al pie de los santos altares un deber de religión, sus altezas reales se conmoverán al ver que la primera iglesia de una gran ciudad es tan indigna de su destino”.

Algunos años antes había llegado a Marsella el hijo mayor del rey y respondió a la petición de Eugenio para el proyecto.

 «Se dignó hacerse, como él mismo nos dijo, el abogado de una causa que tenía por objeto obtener del gobierno la construcción de una nueva catedral. Las pruebas inequívocas testifican cuán apegado  estaba a esta idea, todavía protegida por su nombre, idea que me atrevo a encomendar a la piedad fraterna que deplora tantas cualidades extintas y tantas esperanzas desvanecidas”.

Y dirigiéndose a la princesa:

“Y usted, señora, cuya fe recuerda en su alteza real a la hija de San Luis, mostrada en actos de edificación que nuestra población se complace en honrar, dígnese también interesarse por el deseo tan legítimo de esta población cristiana. Sería una dulce esperanza si sus primeros pasos en tierra de Francia fueran marcados por esa protección, y aplaudiría siempre con dicha el recuerdo de su llegada entre nosotros, si la nueva iglesia se alzara algún día en nuestros muros como un monumento sagrado de su unión con el príncipe, su esposo, y de su piadoso destino en la familia real”.
“El príncipe respondió en pocas palabras que no olvidaría nada para cumplir mis deseos. Me pidió el papel en que estaba escrito el discurso. Luego le recordé la buena disposición del rey, y le rogué echara un vistazo al deplorable edificio”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Diciembre 8, 1844, EO XXI

Eventualmente la insistencia de Eugenio dio frutos y pudo comenzar la construcción del proyecto.

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *