Al revisar la situación en Canadá con el nuevo superior Oblato, Eugenio está dividido entre todas las invitaciones para que los Oblatos trabajen en diferentes diócesis de Canadá, debido a la gran necesidad de sacerdotes y el pequeño número de Oblatos disponibles. Se les acababa de ofrecer el territorio abandonado del río Rojo, abriendo el ministerio en el área oeste de Canadá hasta la Bahía Hudson y los muchos grupos indígenas.
“Puede creer que mi corazón sufre al oírle hablar de todo el bien que se presenta ante ustedes y que no se puede abarcar por falta de personal… Somos una familia muy pequeña que se ha agotado para plantar sus pies en América.
Todo está en suspenso en Europa y a diario se me acusa de haber sido demasiado generoso, haciendo tan grandes sacrificios en número y calidad. No puedo arrepentirme, aunque sienta vivamente su sufrimiento”.
Aun con la falta de personal, Eugenio encuentra providencial la invitación a trabajar con los «más abandonados»:
“La Providencia vendrá enseguida a ayudarnos…. Aun más: juzgando por lo que me dice sobre la importancia de la misión propuesta por el Obispo de Juliópolis y también conforme a las obligaciones que se tienen con él, decido que deben emprenderla con los medios a su alcance. Al principio no sería un establecimiento en regla; en lugar de tres personas le proporcionará solo dos para una parte del año, en caso de que no pueda ser de otra forma, pero no puede exponerse al inconveniente de que se cancele esa misión y perder la ventaja de evangelizar todo el Norte de América, sirviendo a las diócesis de Quebec, Montreal, Kingston y del Río Rojo”.
Creyendo que dicha invitación provenía de Dios, Eugenio expresa sus constantes experiencias de que Dios siempre señalaba el camino para los misioneros.
“Hay que tener algo de valentía y confianza en que Dios nos señala el camino y no nos abandonará cuando trabajamos en su nombre y para su gloria. En todas partes nos hemos establecido con comienzos débiles y no es tiempo aún de hacerlo de otro modo. Por ello le repito conteste sin dudar al deseo de Mons. Obispo de Juliópolis y comiencen su tarea, aunque sólo sea con dos individuos, esperando más, por la bondad de Dios”.
Carta al P. Eugenio Guigues en Canadá, Diciembre 5, 1844, EO I núm. 50
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