RECONTANDO LA HISTORIA DE NUESTROS COMIENZOS

Un mes después de la instalación del nuevo Arzobispo de Aix, en 1819, Eugenio le escribió, ofreciéndole una introducción a la historia de la fundación de los Misioneros. En ella destacaba que la razón de su existencia era la evangelización de los pobres.

En todas las familias nos gusta volver a contar nuestros momentos importantes, donde hay una cierta gracia y frescura que revivimos cada vez que los recontamos. Así es también NUESTRA historia Oblata y esto nos recuerda la razón de nuestra existencia: responder a “las necesidades extremas de una diócesis indigente de sacerdotes y llena de gente pobre y analfabeta, que no puede ser ayudada por nadie excepto por los misioneros de su propio pueblo, que hablan el mismo lenguaje”.

Monseñor,
Durante el año 1815, el sacerdote Forbin-Janson y el sacerdote Rauzan se habían puesto de acuerdo para responder a las ideas del Santo Padre que deseaba se predicaran misiones en Francia, esos Señores, presumiendo mi buena voluntad, se dirigieron a mí para que me uniera a ellos para esa santa obra. Sus instancias eran tan apremiantes y los motivos que aducían tan concluyentes que me fue imposible no rendirme a ellos…
Estaba en este estado de perplejidad cuando el Señor me inspiró el proyecto de fundar en Aix una sociedad de misioneros que se encargaría de evangelizar preferentemente a los pobres campesinos hasta en las más pequeñas aldeas de Provenza. Comuniqué mi idea a los Sres. Vicarios generales que la aprobaron; e inmediatamente puse en práctica ese proyecto fundando esta pequeña Sociedad que, desde hace cinco años, trabaja sin interrupción por la conversión de las almas con un éxito que sólo se debe a Dios y que puede considerarse como un milagro.
Pude, desde entonces, contestar a los Sres. Janson y Rauzan que me era imposible responder a su invitación, porque las necesidades de mi diócesis exigían mis servicios. Yo iba a comenzar inmediatamente, con algunos celosos compañeros, ese mismo ministerio al que querían asociarme, con las pobres almas abandonadas que nos rodeaban.
Esos Señores volvieron a la carga pensando que yo podría ser de alguna utilidad para su sociedad. Nunca han dejado de insistir para que me uniera a ellos, aduciendo siempre excelentes razones. Esas razones no respondían a mi gran argumento, basado en las necesidades urgentes de una diócesis desprovista de sacerdotes y llena de pobres ignorantes, que sólo podrían ser ayudados por misioneros de su región, que hablaran su misma lengua y con la posibilidad de visitarlos más de una vez por año, si fuera necesario, para consolidar la obra de su conversión. Me mantuve, pues, en mi primer proyecto.
Nunca podré alabar lo suficiente el interés y la confianza que me testimoniaron los Sres. Vicarios generales al hacer esta fundación. Tomaron esta obra bajo su protección, y la defendieron constantemente, como administradores esclarecidos, contra todos los esfuerzos que el demonio no cesó de suscitar para destruirla. Me impuse como un deber someter a esos Señores el plan ideado por mí para prestar los servicios de misioneros más útiles a la diócesis. Lo aprobaron y se puso inmediatamente en ejecución.

Carta al Arzobispo de Bausset de Aix, 16 de Diciembre de 1819, EO XIII n.27

En su lecho de muerte, Eugenio todavía recordaba con gozo este evento:

Aseguradles que muero feliz… que muero feliz porque Dios ha sido muy bueno conmigo por elegirme para fundar la Congregación de los Oblatos en la Iglesia.

J. Fabre, 1861

 

«Los inicios genuinos comienzan en nuestro interior, incluso cuando llaman nuestra atención por ocasiones externas.»                William Throsby Bridges.

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